Transferencia de Votos

Por Jmbigas @jmbigas
El resultado de las elecciones del 26J fue una sorpresa mayúscula para prácticamente todos los líderes de los diversos partidos políticos y para la gran mayoría de analistas, demoscópicos, politólogos, tertulianos, periodistas y público en general.

El balcón de Génova la noche electoral del 26J, movido
por el viento, la alegría y el estupor.
(Fuente: lainformacion)

El resumen es simple, aunque su explicación no lo es para nada. Ha aumentado la abstención y el número de votos válidos (el total de votantes, menos los votos nulos) ha pasado de algo más de 25,1 a algo más de 23,9 millones (-1,2M). De entre las grandes, la única formación que ha mejorado su resultado es el PP, que ha ganado casi 700.000 votos respecto a los resultados del 20D, y 14 escaños (de 123 a 137), Conjugada con la mayor abstención, esta progresión le ha supuesto una mejora de 4,31 puntos porcentuales. El 26J, prácticamente uno de cada tres votantes escogió al PP. El PSOE ha perdido 120.000 votos y 5 diputados (de 90 a 85). Ciudadanos (C,s) ha erosionado su resultado en casi 400.000 votos. Como se encuentra en ese umbral de castigo de la ley d'Hondt (13-14% de votos), una pérdida en votos de 0,9 puntos (un 6,45%), le ha supuesto una erosión del 20% en el número de diputados (de 40 a 32). El PNV ha perdido una pequeña cantidad de votos (16.000, un 5,3% de los que confiaron en ellos el 20D), que les ha supuesto la pérdida de un diputado (de 6 a 5). A pesar de eso, la aritmética parlamentaria les convierte en novias codiciadas para el PP. El resto de formaciones nacionalistas han conseguido porcentajes parecidos de votos que los del 20D, y han mantenido el mismo número de escaños. Con diferencia, el descalabro cuantitativo mayor se ha producido en Unidos Podemos, especialmente respecto a las expectativas extremadamente optimistas que hacíamos todos (dirigentes, analistas, encuestas, rivales,...). De un resultado de 6,1 millones de votos el 20D (la suma de votos de Podemos y todas sus confluencias y mareas, más Izquierda Unida), ha pasado a muy poco más de 5 millones el 26J. En solamente seis meses se les han evaporado 1,1 millones de votos. En porcentaje sobre voto válido, han pasado del 24,44% al 21,1%. Este evidente descalabro ha sumido en el estupor más profundo a todos los dirigentes de la formación. Sus primeras manifestaciones públicas (habitualmente muy abundantes en todos los medios) han escaseado durante la pasada semana. Han lanzado procesos internos para intentar encontrar una explicación razonable para esta fuerte erosión. Su experta demoscópica, Carolina Bescansa, repetía como un mantra que su primera explicación era que ese millón y pico de votantes se habrían ido a la abstención el 26J. Francamente, no es en absoluto creíble que 1,1 millones (de los 1,2M de nuevos abstencionistas) procedan de votantes de Podemos el 20D. Incluso estos días, por la Red, abundan las especulaciones sobre un presunto pucherazo informático de los resultados, tomando como base una mínima discrepancia en el acta de un pequeño pueblo asturiano. La recuperación del contrato para el escrutinio por parte de INDRA, por un importe muy a la baja y claramente por debajo de coste, ha sembrado muchas dudas, y algunos incluso hablan del ordenador mentiroso de INDRA, que estaría programado para derivar votos de Unidos Podemos a otras formaciones irrelevantes, sin alterar los datos globales de participación y demás. Francamente, ni me lo creo ni me lo quiero creer. Un pequeño error siempre es posible, pero un pucherazo son palabras muy mayores. En honor a Unidos Podemos, ninguno de sus dirigentes ha dado credibilidad alguna a estos rumores. Actualmente, la web pública que ofrece los resultados de las elecciones, llega al nivel de detalle del municipio, y en las grandes capitales, del distrito. Por mor de la máxima transparencia, no estaría de más que se ofrecieran resultados hasta el nivel de mesa, y que las actas digitalizadas fueran también accesibles. Aunque no fuera en la misma noche electoral, sino unos días después. De esta forma, cualquiera podría verificar la absoluta corrección del escrutinio. Entre los resultados del 20D y los del 26J se ha producido un cierto número de fenómenos (casi telúricos) de transferencia de votos entre candidaturas (incluyendo la abstención). Los únicos datos incontestables y fidedignos de los que disponemos son los resultados efectivos del 26J, después de aplicar el efecto de todos estos fenómenos. Pero evaluar el impacto individual de cada uno de ellos no permite más que estimaciones, bienintencionadas o interesadas, dudosamente rigurosas. A continuación voy a dar mi interpretación sobre el alcance de cada uno de estos fenómenos. La erosión de votos de C,s creo que tiene dos orígenes principales. De una parte, el llamado voto útil del centro derecha, que el PP se ha encargado de airear ampliamente durante la campaña. En resumen, el voto al PP tiene un mejor rendimiento en número de escaños que el voto a C,s. De otra parte, algunos votantes de C,s el 20D, en su mayoría procedentes del espacio sociológico y político que comparten con el PP, se vieron decepcionados por su acuerdo con el PSOE. Han reflexionado que, incluso tapándose la nariz por el entorno masivo de corrupción que rodea al PP, era más razonable votar al titular, el PP, que al clon, C,s, cuya estrategia de alianzas podría resultar imprevisible. Sin duda, el número de nuevos votantes de C,s creo que habrá sido bastante significativo. Muchos votantes habrán sabido valorar la imagen de estadista de Albert Rivera, que fue el único que de verdad puso todos sus esfuerzos para sentar a las diversas fuerzas en torno a una mesa y negociar para llegar a acuerdos, intentando evitar así la convocatoria de nuevas elecciones. El balance de todos esos movimientos, más los inevitables fatigados  (léase hartos) que decidieron abstenerse, ha dado esa pérdida neta de 400.000 votos. Parece que la fusión fría de Izquierda Unida con Podemos no ha tenido el éxito esperado. Algunos expertos apuntan a que se podría haber producido, por este hecho, una erosión del orden de los 400.000 votantes. En otras palabras, del orden de 400.000 ciudadanos que votaron a Izquierda Unida el 20D, decidieron NO votar a Unidos Podemos el 26J. Creo que la mayoría habrán pasado a la abstención, aunque no es descartable que algunos puedan haber virado hacia el PSOE, como fuerza alternativa de la izquierda, y más previsible.

Pablo Iglesias, en los cursos de verano de El Escorial.
(Fuente: lavozlibre)

Creo que los dirigentes de Unidos Podemos han cometido un error garrafal al pensar que el número de votantes (conjunto) del 20D era su suelo electoral. La realidad sugiere que es más que probable que ese sea su techo electoral. Me da la sensación de que los 5M de votantes (el entorno del 20% del total) sea su fondo electoral de votos fieles y leales, mientras que el resto serían más bien votos prestados, que van y vienen, según las circunstancias. Aceptando la erosión de IU, ¿de dónde habrían provenido los 700.000 votos adicionales que recaudaron el 20D?. Mi interpretación es que se trataba de votantes de izquierda, más o menos habituales del PSOE o de la abstención, que se ilusionaron con la nueva política, y optaron por una formación más radical que los socialistas, sobre los que planea también, desgraciadamente, la sombra de la corrupción. Debo decir que yo mismo me encuentro en ese colectivo. Para estos votantes, Podemos cometió el error táctico de no facilitar de una u otra forma, que el PSOE, en ese caso conjuntamente con Ciudadanos, pudiera llevar adelante su Gobierno, ganando la segunda votación de la investidura de Pedro Sánchez. A efectos prácticos, Podemos permitió que Rajoy siguiera ocupando La Moncloa, y bloqueó la posibilidad de un gobierno más orientado a la izquierda, que implementara un programa de regeneración democrática, imprescindible para contribuir a la salida del marasmo político, laboral, educativo y social en el que llevamos sumergidos ya demasiado tiempo. A este colectivo, el 26J le pudo el vértigo de que pudiera efectivamente producirse el sorpasso, pronosticado por la mayoría de sondeos. Ese era un escenario que no les resultaba nada satisfactorio, especialmente tras la experiencia de las sesiones de investidura fallidas de principios de Marzo y el tono bronco y casi tabernario utilizado por algunos de los líderes de Podemos. Además, les resultó especialmente desagradable el lamentable espectáculo de un Pablo Iglesias rodeado de sus pretorianos, autoproclamándose vicepresidente de un gobierno imaginario, que sólo existía en su propia ensoñación, y reclamando para Podemos competencias ministeriales que nada tenían que ver con los aspectos más sociales y sí con la okupación efectiva del poder. Y se sintieron definitivamente aterrados ante un Pablo Iglesias poco menos que autoproclamándose presidente del gobierno que creía que iba a surgir del resultado del 26J, durante la reciente campaña. De otra parte, la experiencia de los llamados ayuntamientos del cambio, donde Podemos juega un papel preponderante, completó un cuadro negativo en el ánimo de estos votantes. Evaluaron la gestión en estos ayuntamientos como excesivamente ideologizada, rozando en lo sectario. Una gestión que está contribuyendo más bien poquito a resolver los problemas sociales más graves, los que les llevaron al poder, y que parece, por el contrario, fascinada por hechos puramente simbólicos, que poco aportan a reducir el sufrimiento de buena parte de la población. Además, parecen tratar con desinterés, si no con franco desdén, los grandes proyectos de futuro de las diversas ciudades, tratando con desgana, si no con franca inquina, a los inversores potenciales. Les pueden sus tics anticapitalistas, que buena parte de la población ni comparte ni entiende. Ante todos estos hechos, este colectivo decidió no votar a Unidos Podemos. Algunos, sin duda, orientaron su voto hacia el PSOE (mi caso, por ejemplo), contribuyendo a evitar la debacle anticipada y el temido sorpasso. Otros, probablemente, decidieron abstenerse, a la espera de tiempos mejores. Tengo la sensación de que la insufrible soberbia de Pablo Iglesias les ha pasado una dura factura a Unidos Podemos. Sumando todos estos factores, al final hasta 1,1 millones de votantes de Podemos el 20D, decidieron no votar a Unidos Podemos el 26J. Los dirigentes de Unidos Podemos, bien formados y que no tienen un pelo de tonto, creo que han entendido el mensaje, si nos atenemos a sus manifestaciones en esta segunda semana tras el 26J. Pablo Iglesias, implícitamente, reconoce que el resultado del 26J es su techo electoral, al menos mientras sigan siendo una formación radical y revolucionaria que persigue el asalto a los cielos. Íñigo Errejón describe al Unidos Podemos que puede ganar las elecciones, en el futuro, como una formación más previsible y menos sexy. Se preparan para utilizar la experiencia parlamentaria, dentro del sistema, que les espera en la oposición de estos próximos años, para sufrir una mutación que les convierta en una formación con un apoyo popular mucho más amplio que el del 26J. Pablo Iglesias reconoce lo arriesgado del intento, y pronostica que podrían ganar las próximas elecciones o darse una hostia de proporciones bíblicas. Respecto al PSOE, el resultado tiene luces y sombras. A pesar de haber perdido 120.000 votos, han mejorado ligeramente su porcentaje (del 22,00% al 22,66%), por el efecto de la mayor abstención. El castigo ha sido importante, hundiendo al partido un poco más que lo catastrófico que ya resultó el 20D para ellos. Un grupo parlamentario de 85 diputados les condena a la oposición, y me temo que sella definitivamente el liderazgo de Pedro Sánchez, que será sustituido sin duda en los próximos meses. Les espera la travesía del desierto, de la que espero salgan fortalecidos de nuevo, dentro de unos cuantos años. Pedro Sánchez basó el mensaje principal de su campaña para el 26J en evitar el sorpasso de Unidos Podemos. Repitió hasta la saciedad que el rival era Pablo Iglesias. Iglesias, por su parte, no se cansó de musitar todo el tiempo que se equivocaba, que el rival de verdad era Rajoy y el PP. Desde este punto de vista, Pedro Sánchez obtuvo el éxito, pues consiguió efectivamente evitar el sorpasso. Consiguió mantener al PSOE como segunda fuerza parlamentaria, y primera dentro del arco de la izquierda, pero a costa de quedarse más de 50 diputados por debajo del PP y convertirse en una formación irrelevante, sin prácticamente posibilidad alguna de aspirar a una investidura para la Presidencia de un Gobierno que ya nadie ve como posible. Personalmente, creo que si finalmente el partido decide mantener la confianza en Pedro Sánchez, podrían conseguir que la travesía del desierto que les espera quizá fuera algo más corta y sin duda más llevadera. Algunos se preguntan cómo es posible que un partido como el PP, perseguido día a día por escándalos ligados a la corrupción y al abuso de los recursos del poder, pueda haber mejorado su posición de forma tan importante. La explicación creo que es bastante sencilla. El PP ya sufrió un castigo enorme por todos estos factores el 20D, en que perdió a uno de cada tres votantes del 2011. El 20D se vio reducido a lo que muy probablemente es su suelo electoral de votantes fieles y leales. Mantiene algunas fortalezas prácticamente inexpugnables, especialmente en el entorno de las ciudades más pequeñas y el mundo rural. Muchos ciudadanos están convencidos de que un Gobierno o es del PP o es más bien un desgobierno, y esa percepción no es nada fácil de cambiar. Sin haber hecho casi nada y con una campaña de perfil más bien bajo, se han aprovechado de algunos de esos fenómenos telúricos de transferencia de votos, a los que han alentado con la llamada al voto útil y sembrando el miedo a que Unidos Podemos asumiera una posición más relevante y pudiera sembrar el caos en el país. Rajoy ha estado prácticamente sesteando desde el 20D, e incluso declinó la oferta del Rey para pelearse por conseguir la investidura. En estas condiciones, no resulta sorprendente que la imagen en el balcón de Génova la noche electoral mostrara a unos líderes indudablemente alegres, por supuesto, pero profundamente desconcertados por unos resultados que no podían imaginarse ni siquiera en su fantasía más delirante. Con sus reiterados mensajes de llamada a la seriedad y a la experiencia, y a la huida de extremismos populistas, consiguieron despertar a muchos votantes durmientes, abstencionistas el 20D, que, incluso tapándose la nariz, acabaron pensando que estos, por lo menos, parecen los menos nocivos. Si aceptamos que los 400.000 votos perdidos por C,s habrían vuelto al redil, ¿de dónde habrían salido los otros 300.000 ganados por el PP?. Yo creo que básicamente de la abstención del 20D, aunque no descarto pequeños movimientos de votantes de Podemos o del PSOE que se hayan pasado al PP, como único garante aparente de un cierto orden, y como única fuerza con capacidades ciertas para formar un nuevo Gobierno. Pero como los 1,2M de nuevos abstencionistas prácticamente coinciden con el total de votos perdidos por Unidos Podemos y por el PSOE, esos 300.000 abstencionistas del 20D seguramente se han visto compensados por una cantidad similar de nuevos abstencionistas no necesariamente convencidos, sino más bien ocasionales o circunstanciales. El fin de semana del 26J fue enteramente veraniego y, además, el viernes 24 (San Juan) fue festivo en algunas comunidades. Si a eso le añadimos la pesadilla del voto rogado para los residentes en el extranjero, y el descontrol que ha supuesto (en Correos, pero no sólo ahí) un aumento muy considerable de las peticiones de voto por correo, tendríamos ya un panorama bastante completo de los diversos fenómenos de transferencia de votos que se han producido el 26J. En resumen, el bipartidismo clásico está herido, pero no de muerte. El PP ha recuperado posiciones y posiblemente consiga liderar un Gobierno en minoría. Veremos cómo se mueven en esas circunstancias, porque en la anterior legislatura sólo pudimos conocer la arbitrariedad del rodillo parlamentario de la mayoría absoluta. El PSOE ha sido condenado a la oposición parlamentaria, y allí deberá realizar su propia travesía del desierto y su regeneración, para poder renacer de sus cenizas dentro de un tiempo. La nueva política ya no es nueva, sino que ya forma parte y está integrada en el statu quo. Y el votante ha recuperado un cierto sosiego, al poderse mover de nuevo en el eje más conocido de derecha-izquierda, en el que siente un mayor confort. Quien tiene frente a sí una supervivencia más complicada es Unidos Podemos. La amalgama de formaciones que lo componen se mueven con cierto orden y unidad cuando se tiene identificado a un enemigo común, pero las divergencias saltan a la superficie cuando empieza a tratarse de cómo construir una nueva realidad. No dudo de que en los diversos colectivos sociales, antisistema, anticapitalistas y okupas, integrados en Unidos Podemos, hay muchos ciudadanos consecuentes y sensatos, que persiguen con nobleza un mundo mejor para todos. Pero me temo que resulta inevitable que alguno de esos colectivos acabe siendo refugio de desnortados sin oficio ni beneficio, en busca de una oportunidad que jamás podrían conseguir por sí mismos. Veremos cómo evolucionan en las aguas parlamentarias de la oposición. Una oposición de izquierdas que, me temo, deberán compartir con el PSOE. No creo que el PSOE se preste a apoyar a Rajoy, más allá de alguna abstención táctica que permita su investidura. Creo que Podemos perdió una ocasión de oro para ser la única oposición de izquierda en el Congreso, al no permitir de alguna forma la investidura de Pedro Sánchez en Marzo. Eso les ha pasado factura y se la seguirá pasando. Parece que Rajoy ha salido ya de su letargo, y está empezando a entrevistarse con los líderes de las demás formaciones, buscando los apoyos que necesita para formar un Gobierno razonablemente estable. Parece que ya tiene claro que los apoyos, o incluso las abstenciones, no son gratuitas, y que hay que dar algo a cambio. Se habla ya de paquetes de negociación, así como de la agenda canaria o de la agenda vasca, por poner sólo un ejemplo. Cuando hablen con C,s se hablará también de la agenda de la regeneración política. Veremos si llega a existir alguna negociación con el PSOE, aunque sea para sólo conseguir alguna abstención táctica. La complejidad del escenario parece augurar que el país volverá de las vacaciones en Septiembre, todavía sin un Gobierno formado. Tiempos apasionantes tenemos por delante. JMBA