"Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta."
Carl Jung
¿Cuántas veces hemos soñado con cambiar el mundo? A veces creemos que, si logramos eso, todo sería perfecto. Pero ¿y si el verdadero cambio no empieza por fuera, sino dentro de nosotros? Para cambiar el mundo, primero tenemos que entendernos y cambiarnos a nosotros mismos. ¿Qué sentido tiene nuestra vida? Descubrirlo es esencial para comenzar ese proceso.
El filósofo católico Josef Pieper decía que solo reconociendo la verdad dentro de nosotros mismos podemos actuar en el mundo con justicia y claridad. Si vivimos siendo honestos con quienes realmente somos, sin máscaras ni apariencias, nos permitirá realmente hacer algo importante.
La búsqueda de un propósito
Hoy en día, todo parece una competencia: quién logra más, quién es más popular, quién tiene más cosas. A veces parece que nuestro valor depende de eso, ¿verdad? Sin embargo, mientras corremos tras esos logros, nos olvidamos de algo mucho más importante: el verdadero sentido de nuestras vidas. Romano Guardini decía que el ser humano solo se encuentra a sí mismo cuando está en contacto con algo más grande, con Dios. Es como si, al orientarnos hacia algo que nos trasciende, de repente todo comenzara a tener más sentido.
El reto de ser auténticos
A veces parece que la autenticidad es simplemente hacer lo que queremos, pero ¿es realmente eso? Etienne Gilson sostenía que entendernos a nosotros mismos significa darnos cuenta de que formamos parte de algo más grande. No estamos solos en el mundo ni somos autosuficientes. Es como si fuéramos parte de un rompecabezas gigante: Para saber cuál es nuestro lugar tenemos que apreciar la imagen completa, solo así, podremos entender donde encajamos.
Ser auténtico no es hacer lo que nos apetece en el momento, sino vivir alineados con la verdad que Dios nos revela. Como decía Jacques Maritain, tenemos que aprender a ver más allá de lo superficial, a mirar más profundamente la realidad y entender qué hay detrás de nuestras acciones y deseos.
La transformación personal: el camino hacia el cambio
Si queremos cambiar el mundo, primero tenemos que cambiar nosotros. A veces buscamos fuera la respuesta, cuando en realidad lo que necesitamos está dentro de nosotros. Como decía Jean Daniélou, nuestra vida debería reflejar esa verdad que Dios nos ha dado, como si nuestra transformación personal fuera una especie de "luz" que los demás pudieran notar y seguir.
La relación con Dios: la clave del cambio
A esta altura, ya debería estar claro que todo este proceso de transformación depende de nuestra relación con Dios. Es esa relación la que le da sentido a todo lo que hacemos. Si nos conectamos con Dios, encontramos la fuerza y la claridad para transformarnos y, a través de ese cambio, influir en el mundo de manera positiva. ¿No es increíble cómo un cambio interno puede generar un impacto en todo lo que nos rodea?
Cuando dejamos que Dios entre en nuestras vidas, el cambio ocurre de manera natural. No tenemos que forzar nada ni exigir que los demás cambien, porque la verdadera transformación fluye cuando vivimos alineados con la verdad. Como decía Yves Congar:
"La gracia de Dios no solo ilumina nuestra mente, sino que transforma todo nuestro ser."
Esa transformación toca las vidas de quienes están a nuestro alrededor, incluso si no nos damos cuenta al principio.
Cultiva tu propio jardín
Antes de salir al mundo con ganas de cambiarlo todo, primero tenemos que enfocarnos en nuestro propio crecimiento. Es como lo que decía Henri de Lubac: el verdadero cambio comienza con nosotros mismos. Si tratamos de mejorar el mundo sin haber trabajado en nuestro propio interior, corremos el riesgo de perder el rumbo y quedarnos solo en la superficie.
Detente un momento para pensar: ¿Qué parte de tu vida necesita ser transformada? ¿Qué cambios internos te están llamando? A veces buscamos respuestas en el exterior, pero las respuestas más importantes están dentro, en nuestra relación con Dios.
Pídele a Dios la gracia de cambiarte a ti mismo primero, y verás cómo todo a tu alrededor comienza a transformarse también. Como decía Gilson: "El hombre no cambia el mundo por lo que hace, sino por lo que es." Así que cultiva tu propio jardín, crece desde adentro, y verás cómo el cambio que tanto esperas empieza a florecer en tu vida.
Omar Orozco SáenzPensamiento CatólicoGWBH7HWUHUTS