Últimamente, siento que estoy cambiando, que me estoy volviendo más pasota o, tal vez, sería más políticamente correcto decir que estoy más Zen.
La maternidad me ha convertido en una especie de Flower-Power ( es decir, una hippie, pero sin flores en el pelo, pantalones de campaña y, por extraño que parezca, sin sustancias psicotrópicas de por medio )
No se si es efecto de las hormonas o, tal vez es que me voy haciendo mayor y voy madurando, pero desde que nació Alex he cambiado mucho mi forma de pensar y de ver las cosas. No ha sido un proceso rápido, no me fui a dormir un día y al siguiente me levante siendo otra, con ideas que la mayoría de la gente pueden llegar a percibir como extrañas. No, no es eso. Ha sido un proceso, una evolución.
Siempre he querido ser madre y, si hubiera sido posible, me hubiera gustado tener como mínimo tres niños. Pero nunca me había planteado que hay diferentes formas de entender la maternidad. Para mi solo había una: La que he vivido en casa con mi madre y con mi abuela.
Esa maternidad podría definirla como la " normal ", la que se espera de todas las madres en esta sociedad. Autoritaria, desapegada...Claro que mi madre no tiene la culpa, al contrario, la pobre siempre ha hecho lo mejor que ha podido para mi, se ha matado a trabajar para pagarme colegios privados y ropa de marca, pero ella tampoco tuvo un modelo a seguir. A ella la abandonaron en un hospicio de monjas y ellas la criaron a base de palos y otras putadas...
Por descontado, mi visión de la maternidad no era como la de mi madre. Yo siempre me he cuestionado los métodos que usó conmigo: no creía ni creo en la educación a base de violencia física ni en las imposiciones de "por que lo digo yo". Pero si que era una madre en potencia en modo " nocojasenbrazosquesemalcría-nolometasentucamaqueseacostumbra". Vamos, que era una "oruga" en toda regla.
Para que entendáis un poquito más como era, una compañera de trabajo me regalo el libro de Carlos González " Bésame mucho " y no fui capaz de leerlo por lo chorra que me pareció....
Pero la naturaleza debe ser más sabia de lo que parece y las hormonas deben tener muchos más efectos de los conocidos, porque, después de parir, entre en una especie de conflicto. Por un lado estaba lo establecido, lo que se espera, lo que todo el mundo te dice que tiene que ser la crianza. Por otro lado, una tímida vocezilla interior que apenas se oye al principio, ahogada por todo lo que te dicen.
Con el tiempo, esa vocezilla se hace un poco más fuerte... Y, como Dios da pan a quien no tiene dientes, a mi me dio un "bebe de alta demanda". No servía el no cogerla, no servía el no dormir con ella... Todo lo preconcebido tiene que cambiar. Poco a poco, esos cambios se van convirtiendo en parte de mi. Empiezo a leer a Carlos González, pero con otros ojos, con la mente más abierta, sin prejuicios. Y me doy cuenta que soy más normal de lo que esperaba, que hay otras formas de ver la maternidad, que seguir los instintos propios debería ser la tónica general, no la excepción...
Y poco a poco, me he ido convirtiendo en una madre más consciente de serlo, más preocupada por darle a mi hija una mejor educación, de ver la maternidad desde otos puntos que nunca me había planteado que pudieran existir.
Y en eso estoy, convirtiéndome en "mariposa". Aún me queda mucho camino por hacer, pero poco a poco espero ir mejorando.