En mi aula, en la zona de la asamblea, tenemos las típicas colchonetas azules grandes que se unen con velcros. ¡Y me encantan! Porque además de servir para estar sentados en un espacio acotado, son un excelente soporte para un montón de actividades que hago en esta zona con todo el grupo. Tienen la maravillosa propiedad de poder pintar en ellas con tiza y después pasar un trapo húmedo y que queden como nuevas. Así que se convierten en una pizarra gigante a nivel del suelo que nos da la posibilidad de interaccionar con lo dibujado en ella y con materiales que en vertical se caerían. Además, es una pizarra que vemos todos bien sentados en círculo, pudiendonos mirar a la cara unos a otros y a la vez dialogar sobre lo que pasa en este escenario, tan sencillo pero tan polivalente.
Hasta ahora la he usado para ordenar secuencias dibujando en ella los espacios y ordinales de las imágenes que posteriormente colocábamos; para montar una calle con distintos comercios; para dibujar una estación de autobuses-regletas;
para trabajar conceptos como ancho-estrecho o largo corto dibujando caminos para que viajase la mascota del aula; para recrear la mesa de un restaurante que los niños debían servir con todo lo necesario;
para trazar números y letras; para resolver problemas; etc.
Y uno de los últimos días del curso pasado se me ocurrió un juego con el que nos divertimos muchísimo y que resultó muy interesante tanto matemáticamente como para potenciar el trabajo en parejas. En realidad no es nada novedoso pero yo hasta ahora había hecho la actividad de forma individual y sobre papel, lo cual no resulta tan motivador.
Nos sentamos todos en la alfombra y repartí una tiza para cada pareja de niños sentados juntos. Por cierto, aprovecho para deciros que pintan mucho mejor los colores claros de tiza que las blancas, que no se por qué, pero patinan sobre la alfombra. Sin explicar nada más, dije que los niños que tuviesen tiza dibujasen un cuadrado sobre la alfombra. Cuando vi que todos habían terminado les dije que pasasen la tiza a su pareja, la cual debía transformar ese cuadrado en un libro.
Algunos niños vieron claro que si pintaban otro cuadrado al lado ya tenían un libro abierto, otros interpretaron el cuadrado como la portada y otros necesitaron escribir "libro". Algún alumno decidió que el cuadrado de su compañero no le valía para obtener el libro que tenía en mente, lo borró y dibujó el que le permitía llegar al resultado final que buscaba. El hecho de estar todos los niños sentados en círculo en un espacio no muy grande a mi me permitió observar con detalle todo el proceso, mirar a las caras a cada uno de ellos mientras pensaban y dibujaban, y ver rápidamente el resultado de todos sus trabajos. Esto a veces es complicado si trabajan todos a la vez en sus mesas y sillas y nos perdemos detalles importantes.
Los alumnos que habían hecho la transformación del cuadrado en libro y que tenían ahora la tiza, dibujaron un triángulo. Es curioso como algunos niños intentan dibujar el típico triángulo "de libro" sin darse cuenta de que un triángulo muy alargado o uno con uno de los lados muy pequeñito, también son triángulos. Cuando todos quedaron satisfechos con sus formas, les pedí que le diesen la tiza a su pareja para que ésta transformase el triángulo en un helado.
Cualquiera de nosotros dibujaríamos las bolas sobre la base del triángulo pero, por otro lado, sabemos que las bolas deben ir en la parte de arriba del cucurucho. Fué muy interesante ver cómo esto generó algún conflicto. Algunos niños no tuvieron problemas en pintar las bolas en la base, aunque el helado quedaba dibujado al revés respecto a su situación en al alfombra.
Otros añadieron las bolas en la parte de arriba a pesar de parecer que estaban "pinchadas" en el cucurucho.
Y otros directamente borraban el triángulo y dibujaban uno con la base hacia arriba para añadir las bolas después y que quedase un helado perfecto.
Por último, los niños con tiza dibujaron un círculo que su pareja debía transformar en un cerdito.
El tiempo se nos terminó pero sería fácil seguir con más formas geométricas y con objetos en los que transformarlas. Yo, como era la primera vez que jugábamos propuse transformaciones sencillas pero sería muy interesante proponer transformar el círculo en sombrero o un rombo en un barco pirata. Y aunque yo hice el juego con alumnos de 5 años podría adaptarse fácilmente a niños de 4 años.