Una transformación no se produce si no cambias también tus hábitos es una máxima confusa. El hábito no hace al monje sino el pensamiento. Aunque es cierto que para transformarse sea válido. Pero asímismo transformarse no es cambiar en sí mismo. Una transformación denota una objetiva obligación necesaria. Un cambio no expresa tanto ese sentido, y parte de una obligación más subjetiva (también podría ser objetiva), pero no tanto necesaria como voluntaria. Sutilezas, las mismas que se esgrimen socialmente para implantar un lenguaje menos sexista. El lenguaje tiene una gran fuerza en su propia sutilidad, y como la música amansa las fieras, las palabras apaciguan los pensamientos y las ideologías. Pero, por mucho que uno políticamente use un lenguaje menos sexista, no significa que su mentalidad contenga menos discriminación sexista. El machismo se escucha a leguas, pero, una persona bien adiestrada en el uso de las palabras confudiría y ocultaría su verdadero carácter. Como un camaleón se adapta al entorno para acosar a su presa y apresarla con su pegajosa y larga lengua. Sutilezas, tal que aquellas políticamente correctas: falseadas en su significado. Algunos asocian la sutilidad al lenguaje corporal por su visualidad, olvidándose del la inmensa sutilidad auditiva y sensorial que nos rodea. Procesamos más del ochenta por ciento de la información de forma visual frente a los demás sentido. Lo visual no es sutil, es visible. Pero lo visible puede ser engañoso. O puede no verse. La magia es un engaño visual sutil. El cine como arte debe ser visiblemente sutil. El lenguaje corporal no es magia. Y una transformación necesita pasar por un cambio de hábitos, porque entonces si no es así sólo representaría un cambio superficial y visual. Y esto no es un verdadero cambio ni progreso. Sutilezas. Todo es cuestión de encontrar las sutilezas necesarias.