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Pero otras cosas son seguras, el receptor fue un muchacho de 15 años, quien se había desangrado y el donante fue una oveja… sí, una oveja, de una u otra manera el niño se recuperó. A la postre, otras transfusiones oveja-humano no tuvieron éxito, por obvias razones de incompatibilidad, abandonándose la práctica poco a poco, llegando a quedar prohibida. Tampoco se sabía por qué, inclusive entre humanos no siempre esta práctica era eficiente, y es que no fue sino hasta 1907 que se descubrieron los 4 tipos de sangre. Estos estudios estaban basados en los descubrimientos del médico vienés Karl Landsteiner, quien en 1901, demostró la presencia de aglutininas y aglutininas iso en la sangre, trabajo que le valió el premio Nobel.
Hoy en día casi nadie discute los beneficios que ha implicado para la sociedad la transfusión sanguínea, digo casi, porque un grupo de gentes, practicantes de la secta de los “Testigos de Jehová” siguen insistiendo en negarse a recibir dicho tratamiento médico. Si bien el fundador de esta denominación religiosa, Charles Russel, no estableció como “pecado” este procedimiento, sino que lo hiciese Natan Knorr, un artículo titulado “La Santidad de la Sangre”, se basa en la prohibición bíblica al consumo de la sangre (lo que algunos grupos como los adventistas toman en forma literal), ¿pero desde cuando la transfusión y el comer sangre son lo mismo?
Tal y como menciona Ferney Yesyd Rodríguez, al comer estamos ingiriendo oralmente materia orgánica (vegetal, animal u hongos) los que al ser procesados en el aparato digestivo, se reducirán a componentes simples que pueden ser asimilados, es decir: glucosa, aminoácidos, ácidos grasos y glicerol, para pasar posterior a su absorción al torrente sanguíneo, para ser distribuido por todo el organismo. En contra parte, la transfusión es un proceso médico que busca restablecer el volumen sanguíneo, tras una pérdida de sangre. Si esta no se realiza, el transporte de oxígeno no puede realizarse y por ende el paciente puede sufrir choque y finalmente morir, situación que se ha visto reiteradamente en los hospitales, con tal de “no desagradar a Jehová Dios”
Todo esto lo fundamentan en otro error, la concepción de la vida. Los Testigos de Jehová basan toda su teoría en una interpretación al dedillo del versículo del Génesis 9:4 que dice “Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis”, de tal modo que fundamentan la vida en la sangre, por ende y bajo esa concepción, ¿los organismos unicelulares, vegetales y hongos no tienen vida, puesto que no tienen sangre?
El problema con las creencias fundamentalistas, es que no permiten ver más allá de lo que se les plantea ver. Me resulta impresionante, e inclusive me maravilla ver como la gente puede creer que el documento en el que se basan, por citar un ejemplo, el Levítico, uno de los libros en los que basan su prohibición a la transfusión, dice “Todo insecto alado que tenga cuatro patas, tendréis por abominación” Levítico 11:23. Si fuese este libro producto de un dios lleno de sabiduría y creador de todo lo existente, bien sabría que no hay insectos de cuatro patas, sino que todos cuentan con seis.
Me parece que el argumento de dejar que un hijo muera por falta de una transfusión para agradar a “Jehová dios”, es igual que el ofrecerlo en sacrificio para brindar su corazón a Huitzilopochtli y que no se oculte el sol el año entrante. Motivos mágicos que ya no van con la realidad de nuestros tiempos y van contra los derechos a la vida y la salud.