Transgénicos de autor (I)

Por Cooliflower

Tres inspectores tomando decisiones

Extracto de la página de Monsanto, sobre demandas a agricultores:

“Hacer cumplir la ley de patentes no es muy diferente de la aplicación de otras leyes (…) Cuando un agricultor ve a otro agricultor guardando semillas patentadas, es normal que informen sobre esto. (..) La gran mayoría de agricultores que son confrontados con hechos que prueban su infracción, admiten la falta y pagan un acuerdo.”.

Hablar de transgénicos es hablar de Monsanto, la empresa norteamericana que domina el mundo de los cultivos modificados. Para quien no los conozca todavía: se trata de la SGAE de la industria genética. Sí, somos conscientes de que ni los autores asociados, ni la propia Monsanto estarán muy contentos con la comparación, pero no se nos ocurre nada más cercano. Lo explicaremos someramente con las situaciones A y B.

A – Un sujeto cualquiera se encuentra secuestrado invitado en una boda. Como debe amortizar el pico que le ha costado el traje, más el sobre para los novios, decide tomar el micro y cantar algo de de Nino Bravo (todo hombre alcoholizado que se precie debe interpretar a Nino Bravo, al menos una vez en su vida). En la sala hay un señor con la cara de Jordi Hurtado que inspecciona con ojos de Terminator y risilla de Montoro. Es un trabajador de la SGAE, grabando canciones. Después, en su cubil, redactará una demanda reclamando derechos de autor. Como los auditores, las exparejas, y los parientes lejanos, se manifiesta sin que nadie lo llame para tocar las narices, cuando no sobar elementos situados dos palmos por debajo del ombligo.