Director: Christian Petzold
Christian Petzold es un director cuya obra hace tiempo que quería ver, y definitivamente hay que verla. Esta especie de retrospectiva 2018 nos dio, por fin, la oportunidad (no es que no haya tenido oportunidades antes, si era cosa de ver una película suya y listo) de darle la bienvenida al blog, este blog. Claro, porque "Transit" es de este año y de hecho compitió por el premio mayor en el Festival de Berlín, donde finalmente otra película se alzó triunfadora. Datos aparte, qué agrado volver a una buena película, una magnífica película. Una película de elegante sobriedad, pero emocional y sociopolíticamente punzante, certera, incisiva. Una película de atmósfera y narración tan fascinantes, sensuales, como también turbadoras e inquietantes, sutilmente desgarradoras y dolorosas. Una película que retrata alarmante y maravillosamente bien la psicología de sus personajes como la sensación generalizada, también psicológica y moral, de estos tiempos tan raros que corren. Un retrato, en definitiva (¿el retrato definitivo?), de un estado de las cosas que, no obstante su aparente actualidad, se siente atemporal o desubicado. Y es que todos los aciertos y las virtudes de "Transit" surgen de esa especie de desubicación o indefinición temporal... Petzold habla fundamentalmente del miedo, de la agitación, de la vergüenza, de la paranoia, y estas y otras sensaciones, impresiones, estados de ánimo, trascienden un período particular o concreto. Claro, "Transit" parece, y perfectamente lo es, una película sobre la inmigración y los refugiados, del trato inhumano al que se ven sometidos por Estados y naciones, el desprecio e indiferencia de la sociedad, pero, no obstante su "tiempo presente" (autos modernos, celulares, cámaras de seguridad, policías de armas y uniformes de ahora), el relato también se siente como de la Segunda Guerra Mundial, se habla de la ocupación alemana en Francia, como si el protagonista y los demás personajes estuviesen huyendo de los nazis, escondiéndose en habitaciones secretas, mirando por encima del hombro ante la indiscreción de algún traidor o de algún simple desgraciado que goza con delatar a esas pobres ratas, viéndose envueltos en toda clase de intrigas para no ser capturados por un enemigo invisible, aterrador en su carencia de forma, de nombre, por ahí oímos que se refieren a ellos como "los fascistas", que, según dicen también, te mandan a campos, te golpean, te deportan, que su avance es irremediable, ciudad por ciudad, el mal y la oscuridad cerniéndose sobre todos... Petzold sabiamente no alude exactamente a la actual crisis de refugiados, de esta forma crea una nebulosa dentro de la cual poco podemos vislumbrar (en cuanto a datos) salvo el horror, que siempre es el mismo cuando alguien huye, es perseguido, cuando detrás hay un clamor de odio, discriminatorio, un discurso que llega al poder a base de lo más repugnante que puede escupir el hombre y que aún así recibe aplausos, saquen a esos malditos, que se devuelvan a las cloacas de donde escaparon, gente putrefacta qué hacen acá, sí, un horror actual que parece salido de las pesadillas del pasado aunque abres los ojos y ahí está, ocurriendo, o un horror pasado que teme un horror futuro, presente, cómo saberlo... (Como me ha entrado la duda, he revisado que, en efecto, "Transit" se basa en una novela homónima de Anna Seghers escrita el año 1944, una novela sobre la Segunda Guerra Mundial, y confirmo la genialidad de Petzold al mantener el horror, acaso también la estructura dramática -personajes que se cruzan, historias que se entremezclan-, pero difuminando los contornos, los rostros y los nombres de ese horror, de modo que uno les ponga nombre, les trace las facciones, reconozca la situación).
Pero no, esta entrada no acaba, porque sólo he hablado de un aspecto de "Transit". Todo lo anterior, el contexto y la (re)significación política y moral de su (des)ubicación temporal es la base, el sustento, para una historia igualmente fascinante y compleja. Al protagonista le encargan una misión, sale mal, pero de ese fiasco surge una oportunidad: toma la identidad de otra persona, y con aquella, los dramas, las pasiones y las angustias de ese difunto ser. Sí, "Transit" es un melodrama como de espías, no espías exactamente, pero de gente envuelta en intrigas y planes para sobrevivir, un triángulo amoroso, personas que inmersas en el horror se enamoran, amores perdidos y malditos... Esta parte mejor se las dejo a ustedes, lo cierto es que los personajes están magníficamente escritos e interpretados, sobre todo Franz Rogowski (contención entroncada con una ferocidad actoral que recuerda a Joaquin Phoenix... no sólo por el labio) y Paula Beer (interesante carrera que se está labrando esta actriz de... ¡de 23 años! Maldita sea, me estoy haciendo un viejo saco de pelotas ya), los elementos más intensos del romance, de la búsqueda, de la huida, que dotan a sus personajes de gran complejidad y humanidad. Extraordinaria narración, atmósfera, escritura... Misteriosa a la vez que delicada, íntima a la vez que ambiciosa, bella a la vez que triste. Prodigiosa.
"Transit" es una película exquisita, magnífica, de lo mejor del año. Verdaderamente magistral.
No se la pierdan.