Transparencia

Publicado el 18 febrero 2013 por Carmentxu

Bárcenas haciendo la peineta a su llegada a Barajas procedente de Canadá

Dentro de la saga de rectificaciones de boca pequeña y ánimo encogido, que realizó el Gobierno la pasada semana, hay una también importante. Los partidos políticos también se someterán a la futura ley de Transparencia: algo que no solo les beneficiará a ellos, sino a todos nosotros que, al fin y al cabo, somos el manantial del que surgen los, parece, inagotables fondos de que se financian, directa o indirectamente, los sufrimos cuando llegan al poder y también cuando están en la oposición. Y esto es muy importante: su financiación, el origen de donde sale el dinero que les alimenta y engorda, es clave para entender el pertinaz incumplimiento de la mayor parte de sus promesas electorales en campaña. El dinero no da la felicidad, pero cómo ayuda a sobrellevar el calvario de la transición hasta el poder, permitiendo crear una maquinaria mediática bien engrasada, campaña de márketing diseñada al milímetro mediante. También permite pagar guirnaldas, banderitas y autocares, bocadillos, butifarradas y paellas multitudinarias, la gasolina del séquito de asesores y guardaespaldas, el autocar de los periodistas que amplificarán el mensaje por tierra, mar, aire, TDT hasta rellenar el último pixel de la pantalla. Y si el minutaje de ley en los informativos no es suficiente, para todo lo demás es para lo que sirve una financiación B, opaca, en negro, que se escapa al fisco y bajo cuya oscuridad se amparan oscuros intereses que poco o nada tienen que ver con los de los votantes. De ahí a adjudicar obra pública mediante el pertinente concurso hecho como un guante para el generoso constructor, que a su vez tiene negocios en la sanidad que también saldrán benficiados si se privatizan esos servicios, con clínicas destinadas a dependientes ya no cubiertos por la Seguridad Social. Y todo esto aderezado con una guinda final que es la que separa el delito del crimen perfecto: el dinero está a buen recaudo, ya sea en las nevadas cumbres de Suiza donde se esquía fenomenal, o en cualquier otro paraíso fiscal de clima tropical. Y el iceberg que aflora es sólo una ínfima parte de un fondo abisal sin oxígeno. Y siguiendo las pistas de Suiza, ya no sé si son de nieve o de caspa. Pero debajo seguro que está el dinero.