Cuatro son los poemas de este nuevo libro de José Antonio Llera, Transporte de animales vivos (Badajoz, Aristas Martínez Ediciones -Libros del caos, 4-, 2013), que se dieron como avance en la antología El desierto está creciendo que le editó José Mª Cumbreño en «La biblioteca de Gulliver» de sus Ediciones Liliputienses en marzo de este mismo año. Me gustaron en su momento aquellos textos algo inquietantes y, sobre todo, muy de nuestro tiempo; y quedé a la espera de ese libro anunciado que ahora tengo delante, bellamente editado e ilustrado por Paco Nadie. Está construido en tres partes (I. Calles y andenes; II. La habitación del poeta; y III. Sótanos) con el mismo número de poemas —once—, para equilibrar, según entiendo, las tres miradas que articulan la obra: la mirada hacia la realidad exterior, la que mira a la propia dedicación del poeta, a la escritura, y la mirada hacia el pasado personal. Es esta última parte la que muestra a un José Antonio Llera más cercano —más nuestro, con perdón, por ese pasado pacense histórico que se evoca en el penúltimo poema —sobre la matanza de Badajoz en 1936— y el pasado pacense familiar que nos da la clave del título del libro en el último poema, como clave íntima del significado global del poema «Transporte de animales vivos» de la primera parte. Como si llegado el momento de una edad, pasados ya los cuarenta años —citados en el poema «Mandamientos de la ley de Dios»—, el poeta hubiese sentido la necesidad de esta especie de indagación materializada en un conjunto más que solvente de textos versiculares, con más voluntad versal que de poema en prosa. Sea así, porque si continúo añadiendo apuntaciones sueltas a una lectura que tiene ya un tiempo no publicaré nunca esta nota que me apetece difundir ya. Y ya habrá ocasión para volver y demorarse. Feliz Navidad.