Por Anabel Sáiz Ripoll. Tras el cristal de Ricardo Gómez es como un tapiz de tonos delicados y frágiles que, desde lejos, podría pasar desapercibido, pero, conforme de acercas, va ganando en matices y adquiriendo la grandeza de lo aparentemente normal. El autor escoge como punto de partida un personaje singular, un observador de la vida, un contemplador del mundo. El dependiente de una tienda que, sin duda, pasaría completamente desapercibido, adquiere el protagonismo porque es él quien se ha fijado en otros personajes que van y vienen, que pasan por delante del cristal de su tienda, con sus miedos, sus limitaciones, sus esperanzas y sus secretas ilusiones. Es éste dependiente quien presenta, de manera velada, a los personajes que, en los siguientes cuentos, cobrarán protagonismo. Así, Tras el cristal se estructura en 11 cuentos (10 si excluimos la presentación del mismo nombre). Ricardo Gómez capta la magia de lo anónimo, de lo casual, de lo efímero, de lo apenas perceptible y muestra que, en las acciones más cotidianas, si se sabe contemplar bien, se pueden encontrar fragmentos muy ricos en los que las emociones, los secretos, los anhelos… se exhiben sin tapujos. La muerte, el destino, la enfermedad, la vejez, los miedos… son temas que van dándose la mano en el libro y tejiendo, poco a poco, este tapiz mágico del que hablamos al principio. La casualidad o el azar hacen que las cosas, que las personas, que los sentimientos se entrelacen mientras que una especie de demiurgo, en este caso el dependiente, disfruta contemplándolo mientras hace de su propia vida un espejo en el que se reflejan las de los demás. En el libro hay cuentos de belleza deslumbrante, cuentos en los que la ternura es el eje esencial, cuentos que descubren las ansias últimas de los seres humanos que a veces son tan sencillas como querer leer o interpretar una última pieza. Los personajes de Tras el cristal parecen frágiles, ésa es la metáfora, pero son resistentes y luchan, a su manera, contra el paso del tiempo, contra la caducidad de las cosas, contra el destino. Sin duda, un libro para saborear despacio, destinado a todos los lectores puesto que las reflexiones que propicia a todos nos pueden llegar. La soledad, el amor, la amistad, la muerte, los recuerdos… ¿quién puede sentirlos ajenos?
Por Anabel Sáiz Ripoll. Tras el cristal de Ricardo Gómez es como un tapiz de tonos delicados y frágiles que, desde lejos, podría pasar desapercibido, pero, conforme de acercas, va ganando en matices y adquiriendo la grandeza de lo aparentemente normal. El autor escoge como punto de partida un personaje singular, un observador de la vida, un contemplador del mundo. El dependiente de una tienda que, sin duda, pasaría completamente desapercibido, adquiere el protagonismo porque es él quien se ha fijado en otros personajes que van y vienen, que pasan por delante del cristal de su tienda, con sus miedos, sus limitaciones, sus esperanzas y sus secretas ilusiones. Es éste dependiente quien presenta, de manera velada, a los personajes que, en los siguientes cuentos, cobrarán protagonismo. Así, Tras el cristal se estructura en 11 cuentos (10 si excluimos la presentación del mismo nombre). Ricardo Gómez capta la magia de lo anónimo, de lo casual, de lo efímero, de lo apenas perceptible y muestra que, en las acciones más cotidianas, si se sabe contemplar bien, se pueden encontrar fragmentos muy ricos en los que las emociones, los secretos, los anhelos… se exhiben sin tapujos. La muerte, el destino, la enfermedad, la vejez, los miedos… son temas que van dándose la mano en el libro y tejiendo, poco a poco, este tapiz mágico del que hablamos al principio. La casualidad o el azar hacen que las cosas, que las personas, que los sentimientos se entrelacen mientras que una especie de demiurgo, en este caso el dependiente, disfruta contemplándolo mientras hace de su propia vida un espejo en el que se reflejan las de los demás. En el libro hay cuentos de belleza deslumbrante, cuentos en los que la ternura es el eje esencial, cuentos que descubren las ansias últimas de los seres humanos que a veces son tan sencillas como querer leer o interpretar una última pieza. Los personajes de Tras el cristal parecen frágiles, ésa es la metáfora, pero son resistentes y luchan, a su manera, contra el paso del tiempo, contra la caducidad de las cosas, contra el destino. Sin duda, un libro para saborear despacio, destinado a todos los lectores puesto que las reflexiones que propicia a todos nos pueden llegar. La soledad, el amor, la amistad, la muerte, los recuerdos… ¿quién puede sentirlos ajenos?