Tras la guerra

Publicado el 27 julio 2020 por Abel Ros

Me contaba Manolo, un octogenario de las tripas de mi pueblo, que lo peor - en España - no fue la Guerra Civil sino la postguerra. La postguerra fue sinónimo de heridas y cicatrices. Sinónimo de desengaño, desafección social e impotencia ante lo sucedido. Y sinónimo, y valga la redundancia, de frustración y vanidad. De frustración, por parte de los vencidos, y vanidad, por parte de los vencedores. Unos sentimientos que se transmitieron de padres a hijos, nietos y bisnietos.Tanto que todavía quedan lugares donde se habla de rojos y azules. Lugares donde los rebrotes de lo bélico entorpecen las relaciones entre vecinos. Rebrotes, como les digo, de odio ante el enemigo. Y rebrotes que se manifiestan en forma de discusiones, insultos y reyertas callejeras. Tales rebrotes avivan la llama de la violencia y evitan, de alguna manera, pasar la página de la contienda. Pasar esa página negra, de nuestro pasado reciente, que dividió al país en las "dos Españas" que todos conocemos.

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Por Abel Ros, el 27 julio 2020

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