Tras la huella de José Alfredo en su adorada Dolores Hidalgo

Por Mundoturistico

“ (…) Ahí nomas tras lomita
se ve Dolores Hidalgo
yo ahí me quedo paisano
allí es mi pueblo adorado”.

De la canción ‘Camino de Guanajuato’, de José Alfredo.

Un país también se mide por sus héroes. Por esa gente cuyo carisma es capaz de mover masas, generar acuerdo por millones y relacionarse directamente con la esencia del lugar. En México, José Alfredo tiene ese rango. Por eso, viajar a Dolores Hidalgo, su ciudad natal y el lugar donde quiso ser enterrado por deseo expreso, es un viaje muy especial que yo tuve la suerte de realizar en 2016.

Además, fui durante los días del festival internacional que rinde homenaje al cantante, que tuvo lugar entre el 20 y el 27 de noviembre; días en los que la gente baila y canta a golpe de tequila y pura pasión. Y fue una experiencia única.

Hasta mi viaje a Guanajuato, tan solo reconocía a José Alfredo por una mención de Sabina en una de sus canciones, pero pronto me sumergí en su mundo cuando supe que la conocida estrofa de “con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley. No tengo trono ni reina ni nadie que me comprenda pero sigo siendo el rey” era suya. Le fui dando sentido a su fama y reconociendo el lugar que ocupa en México: ‘El Rey de la canción ranchera’.

Visita a la tumba de José Alfredo

Entre las muchas actividades programadas para ese evento, una de las más especiales se desarrolla en la mismo cementerio donde están los restos del cantante. Conocido como el ‘poeta del pueblo’, no hay mejor conmemoración que palabras y canciones en su honor y cerca, muy cerca de donde descansa. En uno de los homenajes que recibió en vida, el homenajeado proclamó: “Yo no pretendo la rotonda de los hombres ilustres; cuando me muera, yo quiero que me entierren el Dolores Hidalgo“. 

Auténticos mariachis entonan los himnos de su repertorio y la cultura y la fiesta invaden el lugar. Entre tanto jolgorio, aprovechamos para ver la tumba de José Alfredo, una pequeña obra de arte compuesta fundamentalmente por un sombrero y un sarape –una especie de poncho- colorido donde están grabadas las 220 canciones que compuso. Otro homenaje a su medida y expresión de lo que fue y para lo que vivió.

De cantina en cantina, cantando y celebrando

Estoy en el rincón de una cantina
oyendo una canción que yo pedí
me están sirviendo ahorita mi tequila
ya va mi pensamiento rumbo a ti(…)”

De la canción ‘Estoy en el rincón de una cantina’, de José Alfredo.

Cae la noche en Dolores Hidalgo. En este momento, pocos entienden la celebración y el homenaje a José Alfredo sin un brindis a base de tequila y el encuentro en una cantina. El cantante tuvo también una relación intensa con el alcohol, hasta morir de cirrosis a los 47 años. La música no falta y nos disponemos a recorrer las tradicionales tascas mexicanas con una banda que no deja de animar. El Incendio, la Hiedra y El Triunfo son nuestros destinos; cada cual más auténtica. Y os lo digo desde ya: me quedé fascinada con estos lugares.

Las cantinas son, digamos, bares de antiguo donde cuando cruzas y entras en calor, el tiempo se para. Lo que sucede en la cantina se queda en la cantina. Lugares donde el alcohol y el compadreo se sirven en cantidades ingentes. Tradicionalmente, de ambiente muy masculino, pues hasta 1982 las mujeres tenían vetada la entrada, así como niños o fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Actualmente, casi reliquias donde hacer “cultura de bar”. ¡Benditos bares!

Bebemos, brindamos, cantamos, coreamos, firmamos en libros de recuerdos, bailamos, observamos cada detalle de las cantinas… y entre tanto, viajamos en el tiempo al saber que las rancheras fueron concebidas también en estos espacios. O al menos vividas. Y cualquiera diría que las cosas no parecen haber cambiado, porque la madera resiste al paso de los años o porque la apariencia de uno de los camareros parece sacada de los setenta. La cuestión es que me embriagué de este ambiente –no del tequila, al que no acabo de encontrarle el gusto- y creí sentirme una mexicana más por unas horas. Fue sin duda la mejor experiencia del viaje y una de las mejores de mi vida.

El Museo de José Alfredo

Tómate esta botella conmigo
Y en el último trago nos vamos
Quiero ver a que sabe tu olvido
Sin poner en mis ojos tus manos(…)”

De la canción ‘En el último trago’, de José Alfredo.

A pocos metros de la plaza principal de Dolores Hidalgo, se encuentra el museo en honor al cantante. Casa natal de José Alfredo, su madre se vio obligada a venderla cuando su marido murió, pero tras años intentando comprarla de nuevo, la familia lo logró.

Hoy es además de una muestra de una casa de clase alta de la época, un recorrido por las diferentes etapas de la vida del cantante: desde sus comienzos, los primeros éxitos, su también intensa vida amorosa, la muerte y sus razones, así como una recopilación de los homenajes musicales y versiones de sus canciones, repartidas a lo largo y ancho del mundo.

Una invitación a conocer un poco más de la vida de esta insignia de México, que vivió intensamente y dejó un legado que difícilmente morirá