La limpieza, sea en el juego político, en la economía o en los montes, es, por definición, algo bueno. El Gobierno del PP, que perdió la oportunidad de limpiar los montes antes de que estos ardieran, acaba de perder otra ocasión de oro: demostrar que su vocación social, laboral y medioambiental está por encima de los prejuicios de clase. Pocas habrían sido las objeciones si hubiera ofrecido a los desempleados contratos laborales para trabajar en el monte. Pero ha abierto una leva obligatoria.
El Partido Popular pretende llevar a los desempleados a trabajar en la recuperación de los montes quemados a golpe de corneta y decreto: quienes se nieguen a hacerlo, serán sancionados con la pérdida de su prestación. Esta amenaza es superflua, y sólo se entiende por la desmedida afición a vigilar y castigar a los sectores más desfavorecidos por la crisis.
Sin ser brillantes, las condiciones económicas ofrecidas podrían bastar para que los puestos requeridos se cubrieran voluntariamente. En efecto, los parados que sean requeridos para esta tarea verán incrementada la prestación hasta alcanzar el 100% de la base reguladora siempre que trabajen la jornada completa. Además, se les garantizará el Salario Mínimo Interprofesional, según los artículos 38 y 39 del Real Decreto 1445/1982 que regula los trabajos de colaboración social. Los que más ganarían son aquellos parados que han agotado el derecho a la prestación contributiva y están cobrando el subsidio de 426 euros.
En estas circunstancias, no parece probable que la oferta de aumentar el ingreso mensual activase la denominada trampa del desempleo, cuyos detalles se explican más abajo. Al ser la propia Administración la que organiza el tinglado, no hay miedo a perder la prestación cuando cese el trabajo ocasional. En cualquier caso, es la propia Administración la que se contradice pues, por definición, tanto las rentas mínimas de inserción como los subsidios por desempleo están sujetos a la condición de que el perceptor no efectúe ningún tipo de trabajo remunerado. ¡Ay como pillemos algún subsidiado intentando complementar su magro ingreso con algún trabajillo en negro! De inmediato caerá sobre él todo el anatema de la opinión pública más casposa.
Por tanto, para guardar coherencia con el sistema, un Gobierno como Dios manda, preocupado por el fomento del empleo, ofrecería contratos laborales en toda regla a los implicados en las labores de limpieza de montes. ¿Por qué el Ministerio de Empleo renuncia a crearlo? La propia reglamentación de los subsidios ejerce suficiente coerción para llevar a la gente al tajo, ya que la no aceptación de un empleo conlleva la pérdida del subsidio.
Pero, amigos, este es un Gobierno que castiga a los parados, no a los banqueros como pedía J. K. Galbraith. El espíritu del Valle de los Caídos sigue incólume: Arbeit macht frei.
_________________________________________________________________La trampa de desempleo.
La leyenda negra tejida en torno a quienes malviven con subsidios por desempleo fomenta la sospecha de que los perceptores del mismo prolongan indebidamente la situación para vivir a costa del presupuesto público sin dar un palo al agua. Más allá de la colección de tópicos gratuitos, las investigaciones de campo realizadas con objetividad concluyen que la verdadera razón por la que los perceptores de estas prestaciones se "enganchan" a ellas no obedece a una especial proclividad a la molicie. Más bien es el propio sistema el que los atrapa en lo que se ha denominado trampas de pobreza (poverty traps) o trampas de desempleo (unemployed traps).
Por definición, tanto las rentas mínimas de inserción como los subsidios por desempleo están sujetos a la condición de que el perceptor no efectúe ningún tipo de trabajo remunerado. Lo que significa que si a un perceptor de la ayuda se le ofrece la oportunidad de efectuar algún pequeño trabajo se enfrenta a un tremendo dilema: si acepta el trabajo perderá el subsidio y volverá a la pobreza; si rechaza el trabajo mantendrá el subsidio, pero como su cuantía está por debajo del umbral de pobreza, seguirá sumido en ésta. No estamos hablando, por supuesto, de un empleo bien remunerado, sino de alguna actividad eventual que le permitiera complementar el magro ingreso del subsidio.
Esto conduce a una situación dramática. Los perceptores de una renta de este tipo, lograda tras superar arduos trámites administrativos, no pueden permitirse el lujo de perder esa ayuda por una eventualidad pasajera.