Hace unos días, un colega me comentó sobre una iniciativa que empezaba con esas tres palabras. De algún modo, me inspiró para este microrrelato.
Tras ocho años… volvió a ver al pinzón. Lo recordaba asfixiado de color: azul, y naranja, y marrón, y blanco, negro, y polícromo. Sus ojos, en cambio, le arrojaron contra una silueta achaparrada, de colores terrenales —marrón, y ocre, morado, y gris—, que no ardían, ni emprendían el vuelo, sino que le observaban, con apatía y desinterés, a sabiendas de que la luz que ilumina a uno, puede ser un destello cegador para el otro. No te recordaba así en absoluto, dijo, y el pinzón contestó: “Siempre supe que eras gay.”