“El gobierno del Perú ha decidido reconsiderar la participación del gobierno de Venezuela en la VIII Cumbre de las Américas, en Lima. Los miembros del grupo de Lima respetamos esta decisión”, dijo el martes la canciller peruana Cayetana Aljovin en una rueda de prensa, sin embargo el grupo guardó silencio sobre las amenazas de intervención de Estados Unidos en ese país.
La agencia Prensa Latina (PL) reseñó que “tras una reunión de cinco horas en parte de la cual participó el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, el cónclave de gobiernos hostiles a la administración de Caracas avaló la decisión del gobierno de Perú de marginar a Maduro de la citada reunión”, que se realizará en Lima el 13 y el 14 de abril próximos.
El ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Jorge Arriaza, había confirmado la participación de Maduro en el evento previsto para abril, conforme una invitación recibida en noviembre del presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski. Pero recientemente la marcha atrás la puso o trasladó Tillerson, quien indicó que sería una decisión de Perú si invitaba a Venezuela para la cita regional.
La gira del secretario de Estado de EE.UU. por países líderes del Grupo de Lima y la implosión de la Mesa de Diálogo en República Dominicana, muestran una escalada para catapultar a Venezuela a la categoría de conflicto internacional; el tan ansiado punto de no retorno donde el acoso geopolítico disuelva las fronteras de la política (interna) y rebase el ya endeble derecho internacional.
Afirmaba un colega recientemente que los llamados que incitan a un golpe militar en Venezuela, primero durante la gira de Rex Tillerson y luego secundado por el senador Marco Rubio, “podría decirnos que no se trata de una invitación alegre y sin receptor, aunque tenga rasgos de desespero e incertidumbre”.
El coro neoliberal toma pespuntes de ultraderecha con una retórica virulenta, que no oculta la alineación al discurso autoritario y amenazante del magnate presidente contra la tierra y el pueblo de Bolívar y de títeres subsidiados por la Casa Blanca, que garantizan presupuestos para la OEA y perdones a pasajes corruptores, a cambio de la “obediencia debida” y la “servidumbre” más grosera en contra de la unidad y las verdaderas aspiraciones de nuestra América.
No sorprende que la cita del grupo de Lima obviara cualquier referencia a las declaraciones del secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, a favor de un golpe militar en Venezuela y a las denuncias de este país, sobre las amenazas de una acción bélica estadounidense contra su territorio.
Por el contrario, reportó PL que la canciller colombiana María Ángela Holguín reiteró la alegación de su gobierno de negar el peligro, denunciado por Caracas, de un ataque militar estadounidense desde territorio colombiano, donde Washington tiene bases militares.
Este mismo día del anuncio del país anfitrión de la Cumbre de las Américas, el vicecanciller cubano Rogelio Sierra había denunciado declaraciones ofensivas contra Cuba de Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), quien rodeado de contrarrevolucionarios y terroristas en Miami hizo afirmaciones ofensivas contra el proceso electoral cubano.
Sierra declaró que “Curiosamente el secretario general de la OEA ha hecho silencio cómplice sobre las declaraciones que hace apenas unos días formuló el secretario norteamericano de Estado, Rex Tillerson, “en las cuales apoyó un golpe militar en Venezuela y en las que también defendió la vigencia de la doctrina Monroe”.
Nuestra América, declarada zona de paz, afronta un importante desafío en medio de la hostilidad y agresividad de Washington contra un pueblo hermano. Trump confesó a los pocos mandatarios latinoamericanos con los que se reunió en su primer año como Presidente que le había llamado la atención la reacción generalizada en contra de una intervención militar en Venezuela. Aquella muralla regional lo frenó en seco. La gira de Tillerson buscaba con prioridad amenazante derribar obstáculos y ablandar al coro o al menos dividirlo a favor de EE.UU.
Destruir la Revolución Bolivariana y derrocar a Maduro es una prioridad imperialista, cuando se buscan pretextos para subir índices de popularidad en la Casa Blanca. Cruzarse de brazos o hacer silencio ante estas amenazas, es ser cómplice del retroceso histórico y del sufrimiento de nuestros pueblos, tan amenazados como el venezolano por las apetencias hegemónicas del norte.
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