Por Dani Arrébola
Lecciones de ritmo, montaje y solidaridad entre la basura
Se presentó en sociedad en esto de la gran pantalla sorprendiendo y emocionando a todos, tanto a crítica como a público, con aquel niño pre-destinado al boxeo pero empeñado en bailar ballet, llamado Billy Elliott (2000). Un par de años más tarde, configuró una de las obras más hermosas y emotivas de presencias femeninas que hasta el momento llenan nuestro siglo, con aquella excelente adaptación de la novela de Michael Cunningham y de título Las horas (2002). Y es que, el británico Stephen Daldry es uno de esos pocos elegidos en este arte que puede presumir de unos logros y laureles difíciles de emular. Por ejemplo, de triunfar como está triunfando en el séptimo arte tras haber gozado de una exitosa carrera teatral o de ganarse el reconocimiento y respeto del público con una muy escasa pero excelsa filmografía a cuyas dos menciones anteriores deberíamos incluir The Reader (2008), y la que ahora estrena: Trash, ladrones de esperanza, que, de bien seguro, podemos apostar a que dejará el mismo eco fértil y triunfante abundante en su carrera.
Probablemente, al primero que dijo aquello de que “las comparaciones son odiosas”, se le debiera dar algún pequeño premio a la virtud y a la decencia ya que casi todo el mundo coincide en esa frase ya aborrecida pero también necesaria: al fin y al cabo, las comparaciones están ahí. Pero ahora bien, y metiéndonos de lleno en el examen del filme, si la cosa va de comparar ineludiblemente este Trash, resulta más bien un elogio para la cinta, cuando al hacerlo con títulos como Slumdog Millionaire o Ciudad de Dios, salga, por méritos propios, muy bien parada. Sin llegar a conmover de esa forma en la que te pueda faltar hasta el aire, Daldry sí que logra dibujarnos evidentes sonrisas y empatías surgidas por el infortunado y mísero atractivo de esos niños, que no tienen más armas que la unión de sus ingeniosas mentes y sus benévolas acciones -“porque es lo correcto”- no cesan en repetir los mozos cada vez que justifican el porqué llegar al final de esa cuestión tan sombría.
Claro que tiene lagunas en su guión y algún que otro penalizable “paso de salida” por el principio de la trama, pero en la fuerza arrolladora de su dinamismo y en la creencia por contemplar cómo unos indigentes niños pueden hacer mejores a los adinerados que les rodean, el espectador encontrará motivos sobrados para implicarse entre la basura.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 7,0