Seguimos con la escapada que hace días os contábamos, durante la que visitamos Tatau Bistro. De vuelta de la zona donde estábamos, pasamos por Barbastro, donde hicimos parada para conocer las Bodegas Lalanne y comer. Teníamos el sitio escogido: Trasiego, que nos lo habían recomendado desde la Ruta del Vino del Somontano, de la que forma parte.
Llamamos pero demasiado tarde: lo tenían todo completo, aunque nos dan la opción de comer en la barra y nos pareció bien. Luego teníamos que continuar con el viaje y hacerlo así nos podría ayudar a que la comida fuera menos copiosa y nos costara menos volver al coche. Su oferta, igual que en Tatau, se basa en tapas y platos y una buena carta de vinos a copas, todos de la zona, de Somontano.
Natalia es quién está en la sala y nos ofrece la carta, aunque en una pizarra sugieren platos especiales que tienen ese día. Así que nos ponemos en sus manos: algunas de las tapas más clásicas y otras menos, algún toque de sofisticación y aprovechar para tomar el producto de la zona es lo que nos ayuda a decidirnos. Al hacer la comanda, Natalia nos dice que como vamos de hambre y nos aconseja pedir algo menos de lo que en un principio le habíamos relatado. Una práctica que debería ser más habitual entre el servicio de sala. Encuentro que es de gran profesionalidad evitar, por un lado que se tire comida o por otro que acabes muy muy harto, tanto que distorsione lo que sería una buena experiencia.
Primero empezamos con un rosado Alquézar que conocíamos por haberlo probado en la cata que se hizo en Barcelona organizada precisamente por Ruta del Vino de Somontano y que nos resulta apropiado para los entrantes: patatas bravas y croqueta de ibérico.
Las Patatas bravas, en este caso media ración rectificada por Natalia. Eran cortadas a cuartos, con piel y salsa que llevaba pimentón picante. Probablemente tenían un toque de fritura después de haber sido cocidas, pero no eran fritas, o sea, no eran crujientes. Pero no por eso menos buenas. Estaban bien hechas.
La
croqueta era de
buen jamón y de doble tamaño, con un apreciable sabor a
ibérico aunque el jamón estaba muy bien picado. Fritura al punto. Correcta.
Seguimos con unas
alcachofas fritas con foie fresco a la plancha.
Una buena combinación. La
fritura de la alcachofa muy bien hecha y el
foie era bastante grueso pero estaba bien hecho. Trocearlo y mezclarlo con la verdura es la forma ideal de comerlo. Que las alcachofas no fueran cortadas finas era una buena idea para que el foie no acaparara todo el sabor. Como siempre, estos platos, solo aptos para los incondicionales del hígado.
Cambio de tercio para irnos a
media ración de Tartar de Atún con helado de wasabi.
En un principio habíamos pedido una ración entera, pero esta fue otra de las modificaciones que nos sugirieron reducir al traernos las alcachofas, por lo tanto lo que veis es media. El
atún de primera calidad y el helado de wasabi era curioso. Un
tartar muy sabroso. Picante, pero no en exceso, aunque el picor venía dado por algún otro secreto de la cocina que no nos desvelaron más que por la raíz nipona.
Cuando vimos los
Perrochicos o perrechicos, perretxicos y alguna denominación más, no dudamos en que caerían…
Teníamos que aprovechar que tenían estas
setas primaverales que se servían
con espuma de mayonesa. Muy suave bien emulsionada para ser solo un acompañamiento. Al mezclarla perdía aire y quedaba como una salsa muy líquida.
Ya el último plato, además de postres, pero el más contundente:
Solomillo de Boltaña.
Boltaña es un pueblo al norte de la provincia de Huesca en el que destacan su
s carnes de ternera del
Valle de Broto y “
Pirinera“. Realmente, el solomillo que nos tomamos era grande y muy jugoso y de muy buena calidad. Muy aconsejable si sois carnívoros.
Pasamos ya a los postres.
De hecho tomamos uno para los dos. La comida debía ser ligera, pero aunque no fue todo lo copiosa que podía haber sido, estábamos muy satisfechos. Escogimos una
torrija, que parece ser un postre bastante habitual por la zona. La sirvieron
caramelizada y acompañada de helado de nata, toffee y nueces. Otra versión del clásico nada despreciable. No se si me quedaría con esta o la de Tatau Bistro!!!
No recuerdo exactamente en que momento fue, pero cambiamos el vino rosado por un par de copas de un tinto.
El
Vino Caramelos lo escogimos por ser
Garnacha y tomamos un par de copas. Buen vino!.
La parada técnica valió mucho la pena. Una comida que nos obligó a estirar algo las piernas y no ir directamente al coche, aprovechando para callejear por Barbastro. Le debemos otra visita con calma, poder ver alguna bodega más y disfrutar algo más de su gastronomía. Mientras no volvemos, el recuerdo de Trasiego sigue presente y no sería extraño que volviéramos cuando hagamos la segunda escapada.