Pero ninguno de ellos tiene niños. Los planes siempre son nocturnos, o de fin de semana con actividades no aptas para peques. Nunca se plantean quedar a las 6 de la tarde, porque hace mucho calor, o porque tienen que ir al pueblo, o porque a esa hora aún se están desperazando de la siesta. Como soy la única que tiene el ritmo cambiado, soy la que falla al grupo. Creo que nunca se han puesto en mi lugar.
Es cierto que antes de que naciera el Chuiquini yo tampoco entendía a la única de mis amigas que por entonces había sido madre. Y después de tener a mi hijo le he dicho en más de una ocasión , “Ahora te entiendo. Cómo me acuerdo de ti”. Por ese motivo intento no ser dura con mis amigos de la universidad, pero me duele que ellos sí sean un poquito duros conmigo. O me dolía, porque cada vez me importa menos. Así son las cosas.
Quizá no somos tan amigos como queremos creer. Cuando nació el Chiquinini algunos de ellos no le conocieron hasta que tuvo varios meses. Supongo que para ellos sería como cuando te compras un piso, o un coche, “ a ver si quedamos un día y me lo enseñas”. No sé si el día en que ellos sean padres/madres la cosa cambiará.