Los trastornos alimentarios son una serie de conductas alimentarias patológicas, las cuales engloban enfermedades como la anorexia, bulimia, y otros trastornos no específicos.
Su característica común es una distorsión de la imagen corporal. A ello se agrega un gran temor a subir de peso y las consiguientes conductas restrictivas o purgatorias para mantenerlo. La prevalencia de este tipo de trastornos es mayor en mujeres jóvenes y en deportistas que en no deportistas. Según algunos estudios, el 62 por ciento de los atletas de elite sufren algún tipo de trastorno de alimentación versus un 1% de la población general.
Caldo de cultivo
Hay que considerar, además, que el ambiente del deporte es un caldo de cultivo para los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Esto está facilitado por una serie de factores, como por ejemplo, el ambiente competitivo, la soledad, la depresión, los problemas de sueño por viajes, la presión de los pares, la falta de acceso a especialistas que los aconsejen nutricionalmente, o la presión de lograr el peso y un porcentaje de grasa bajos, muchas veces no realistas.
¿Por qué hay que preocuparse? Porque una vez que se desencadena un TCA es difícil de tratar. Tiene una gran recidiva, o sea, que después de la convalecencia y recuperación, tiende a reaparecer; y las complicaciones pueden ser severas y llevar incluso a la muerte. Por lo tanto, la detección precoz es de suma importancia para un mejor pronóstico.
En el caso de la tríada de la mujer atleta, síndrome que ocurre a mujeres con actividad física intensa, sus componentes son: desórdenes alimentarios, amenorrea y osteoporosis.
Estas mujeres practican deportes en los que se requiere un peso corporal y un porcentaje de grasa bajos, pero también hay algunos que lo buscan por apariencia. Hay muchos factores que influyen en su presentación y desarrollo, pero el más relevante es el desbalance energético. Esto en términos simples, significa que la ingesta calórica es menor al gasto que se genera por la actividad física, quedando este balance en negativo.
Efectos Negativos
El síndrome suele comenzar con trastornos alimentarios. Con el tiempo, la deficiencia energética altera el eje gonadotropo de la mujer y da lugar a trastornos menstruales e hipoestrogenismo (disminución de las hormonas estrogénicas.
Si se suma la ausencia de estrógenos y una alimentación insuficiente -con déficit de vitaminas y minerales- se producirá una reducción de la densidad mineral ósea y osteoporosis.. La consecuencia obvia e esta cascada de acontecimientos fisiopatológicos, relacionados entre sí, es una mayor riesgo de fractura por estrés.
Revista Run For Life
Por Ximena Muñoz, Nutrióloga Deportiva Clínica MEDS