Estoy muy contenta de estar aquí sentada de nuevo con la motivación y el tiempo suficiente para volver a escribir. Para enmarcar un poco la situación actual del blog, que al fin y al cabo depende del ritmo de mi vida personal y laboral, os voy a resumir un poco los cambios que han tenido lugar antes de comenzar con el tema de hoy. Han sido meses intensos. Para empezar, he dejado de trabajar en la empresa en la que llevo dos años. Dos años maravillosos pero llevaba meses estancada y acabé decidiendo mover ficha en busca de nuevas metas y experiencia en otro campo que es el que me concierne, el de la clínica. Así que aprovechando mi profesión de enfermera, conseguí un puesto en la unidad de psiquiatría de un hospital universitario muy reconocido aquí en Múnich. Iba a empezar en febrero, todo iba a pedir de boca, hasta que de repente mi universidad me ofrece una beca de casi cinco meses en Brasília, capital de Brasil, adonde me mudo el miércoles que viene. Menos mal que aún no había firmado el contrato con el hospital, pues se consiguieron hacer a tiempo los cambios pertinentes y ahora empezaré cuando regrese, en Agosto.
Trastornos del aprendizaje
Esto último lo he vivenciado yo y creo que puedo hablar en nombre de todos los que me estáis leyendo.
Dejando aparte tópicos típicos, volvemos a la definición de todo aquello que engloba el concepto "trastorno del aprendizaje". Este concepto abarca un espectro de trastornos que afectan a la forma en la que el cerebro procesa la información, manifestándose principalmente en áreas como la lectura, el cálculo, la escritura o la comunicación verbal. El trastorno puede variar en grado de leve a grave y en la mayoría de los casos, y muy al contrario de lo que se pensaba hace décadas, estos niños tienen una inteligencia normal o superior al promedio, y existe una amplia evidencia de que una adecuada intervención a tiempo, basándose ésta en enseñanza de distintas estrategias adaptadas al trastorno concreto, puede prevenir trastornos mayores a posteriori y reencauzar a estos niños posibilitándoles una integración óptima en la vida social y en el ritmo de aprendizaje escolar (y por supuesto en la vida social y laboral adulta).
Cabe mencionar que un trastorno del aprendizaje no es consecuencia de un retraso mental asociado, de alteraciones neurológicas importantes, de una privación sensorial o de un trastorno afectivo grave, es decir, todos los trastornos que se identifiquen dentro de esas características no podrán considerarse en ningún caso trastornos del aprendizaje (TA). Lo que sí suele producirse, es que estén acompañados de otros trastornos del habla, lenguaje o incluso de conducta, así como problemas emocionales secundarios y alteraciones en la dinámica familiar.
Los trastornos del aprendizaje tienden a afectar más a niños que a niñas, aunque esto es difícil de contrastar ya que una enorme cantidad de estos trastornos no son diagnosticados jamás (pasan desapercibidos o son ignorados) o tienen un diagnóstico controvertido, acompañando en este caso al niño hasta la edad adulta, teniendo éste completo desconocimiento de su problema y a menudo sintiéndose inferior, estúpido y con la autoestima enormemente mermada. Las burlas o las reprimendas por parte de compañeros y profesores son en muchos casos la orden de día, y la víctima suele llevarlo en silencio, por lo que los padres deben estar especialmente atentos. Con frecuencia el niño que lo sufre presenta síntomas de ira, frustración, apatía y en casos graves puede desarrollarse una depresión (como he dicho antes, problemas emocionales secundarios).
No hay que confundir los trastornos del aprendizaje, que generalmente afectan solamente a un área concreta (cálculo, lectura, etc.) sin presentar síntomas significativos en otras áreas, de los trastornos generalizados del desarrollo (T.G.D.) que designan problemas más severos que afectan a todas las áreas del desarrollo infantil.
Cuáles son las causas de los trastornos del aprendizaje
La mayoría de especialistas coinciden en que son consecuencia de una alteración neurológica leve que afecta a la manera en que el cerebro recibe, procesa y envía la información. Suelen ser un factor común en las familias, es decir, tiene un alto componente genético. A menudo aseguran las madres o padres de niños con trastornos del aprendizaje (por ejemplo en el caso de la dislexia) que ellos también tuvieron dificultades o fueron alumnos problemáticos en el colegio, siendo la amplia mayoría no diagnosticados (antiguamente se desconocía mucho este campo).
Qué pueden hacer los adultos una vez detectado un trastorno del aprendizaje
Ningún cerebro funciona a la perfección y cada individuo tiene un ritmo propio de aprendizaje. La innecesaria y excesiva preocupación de los padres no aporta más que eso, excesiva e innecesaria preocupación, pues a pesar de que estos trastornos duran toda la vida, muchos síntomas se resuelven solos con el trascurso del tiempo. Muchos, pero no todos.
El enfoque debe estar puesto en reaccionar de una manera constructiva:
Una detección e intervención temprana es la mejor forma de prevención.
Los padres pueden hacer mucho por su hijo una vez han identificado el problema, e independientemente de que éste reciban apoyo terapéutico. Las reprimendas y quejas por parte de padres y profesores no sólo no ayudan sino que destrozan cualquier posibilidad de mejoría, pues alimentan la desmotivación, la baja autoestima y un potencial abandono escolar del niño.
Una buena educación en estrategias y técnicas compensatorias es importante, así como la tolerancia y aceptación incondicional del niño, apoyando sus logros, destacando sus cualidades y características positivas, así como minimizando sus fracasos, comprendiendo que no poder no es sinónimo de no querer, haciéndole creer en sí mismo, haciéndole ver que es capaz.
Para terminar el artículo de hoy, os dejo con algún testimonio de algunas personas anónimas, y de otras que os sonarán de algo ;) , que han sufrido algún trastorno del aprendizaje (diagnosticado o no) y cómo se han enfrentado a ellas.
¡Hasta muy pronto!
"El aprender es experiencia, todo lo demás es información" (Albert Einstein)