¡Trata de arrancarlo Carlos! ¡Trata de arrancarlo por Dios! Luis Moya se deja la garganta gritando a su compañero Carlos Sainz mientras mira con desesperación el motor humeante del Toyota Corolla WRC que les acaba de dejar tirados a 500 metros de la meta. Una imagen que está a punto de dar la vuelta al mundo y nos encogió el corazón a todos los aficionados de los rallies. Es poco menos que increíble lo que acaba de suceder. Se ha esfumado el Mundial de la forma más cruel que uno se puede imaginar.
Era otoño de 1998. El Mundial de Rallies gozaba entonces de mucha mejor salud que hoy en día, para qué negarlo. Más coches oficiales, más pilotos de nivel, más público, más patrocinadores y más cobertura mediática. La bandera finlandesa solía ondear en lo más alto del podio pues no en vano históricamente han sido los grandes dominadores de la disciplina hasta la llegada de la dictadura aplastante del francés Sebastien Loeb.
Tras doce pruebas puntuables, el Campeonato se decidirá en la última prueba, en Inglaterra, en el 54th Network Q Rally of Great Britain. El finlandés Tommi Makinen a los mandos de un Mitsubishi Lancer EVO IV llega líder con dos puntos de diferencia sobre Carlos Sainz. Sin embargo, por el sistema de puntuación, a ambos les vale quedar por encima del otro en la clasificación final para ganar el Título. 380 kilómetros y 28 tramos cronometrados en tres días. Esas son las condiciones.
Como era de esperar los pilotos locales marcan la pauta: Richard Burns y Colin McRae. Pero sobretodo, para alegría de todos los españoles, Makinen choca contra un bloque de cemento y destroza la rueda trasera teniendo que abandonar en el sexto tramo. A partir de ese momento Sainz sólo necesita ser cuarto para ganar el Título Mundial. El segundo día se pone todavía más fácil pues McRae y Didier Oriol abandonan también. Sólo es necesario asegurar y ser conservador para conseguir el tercer Campeonato tras seis años de sequía.
Y con ese escenario se llega al desenlace fatal. Un tramo, sólo un tramo y el Título cae de manos del piloto madrileño. Es mediodía en los alrededores de Chentelham. Todo parece ir bien hasta que a 700 metros de la meta, justo enfrente del impresionante Margam Castle, el Toyota Corolla WRC comienza a hacer un ruido extraño. Algo sin duda no marcha bien, el coche comienza a echar humo blanco y Sainz se ve obligado a detener el vehículo. La mala suerte está empezando a cernirse sobre ellos.
Nada más bajarse del vehículo, Sainz hace un aspaviento con los brazos. Mal augurio. Luis Moya, su inseparable copiloto abre el capó y con un extintor apaga el fuego del motor. Aunque todavía no lo saben seguro lo pueden imaginar. Una biela del Corolla ha dicho basta provocando un derrame de aceite que, en última instancia, ha incendiado el motor. El Toyota no volverá a recorrer un sólo metro. Luis desesperado pronuncia las palabras que habrían de grabarse a fuego lento en los aficionados formando parte ya de la cultura popular: ¡Trata de arrancarlo Carlos! ¡Trata de arrancarlo, por Dios! Amén de otros improperios que aparecen en el vídeo pero que aquí no escribiré. Ninguno de los dos se lo puede creer. Sainz, como buen piloto que es y conocedor de la máquina que lleva entre manos, desiste enseguida y vuelve a salir del Corolla. Su cara es un poema indescifrable. No dice nada pero lo dice absolutamente todo. Moya mientras tanto es víctima de la más absoluta desesperación y la emprende a golpes con el Toyota. Primero patea la puerta del coche y después, fuera de sí, destroza la luna trasera con un golpe con el casco que se acaba de quitar.
La imagen es descorazonadora. Ambos son conscientes de que el Título ha volado de sus manos. Lo han hecho todo bien. No es culpa suya pero saben que eso no les devolverá el Campeonato perdido. Uno a uno, los demás rivales pasan a toda velocidad al lado del Corolla.
Mientras tanto, la noticia va extendiéndose. Reyes la esposa de Sainz se entera por teléfono minutos después, igual que el resto de miembros del Toyota Castrol Team. Algunos no pueden ni siquiera retener las lágrimas. Tommi Makinen, su máximo rival, se encuentra en esos momentos concediendo una entrevista. Se sabe perdedor pero de repente suena el teléfono móvil. Es su hermano. A medida que avanza la conversación cambia completamente su rostro. Acaba de saber que es Campeón Mundial por tercera vez consecutiva.
Sobre las seis y media de la tarde de ese mismo día, Sainz y Moya conceden una rueda de prensa a los medios españoles. Ninguno de los dos puede contener las lágrimas, sobretodo Luis Moya que, como bien dice, todavía no ha sido capaz de asimilarlo del todo. Pero como bien añade, y esto muy poca gente lo sabe, no vale sólo con llegar al final del tramo para clasificar. Una vez llegado a la linea de meta, cada vehículo debe emprender la marcha hasta el último enlace de la carrera que se encontraba a 70 kilómetros de distancia. Si no hubieran sido capaces de cubrir esa distancia de nada les habría servido llegar hasta la bandera a cuadros. Por tanto, esto matiza mucho la historia, lo cual no significa que deje de ser uno de los momentos más crueles de la historia del mundo del motor y que convirtió a Sainz en el gafe por excelencia a pesar de que no merece en absoluto ese calificativo pues, en verdad, su palmarés se encuentra al alcance de muy pocos.
Al año siguiente Sainz y Moya se mantuvieron en Toyota pero las cosas no fueron igual y en general Sainz nunca volvió a estar ni siquiera cerca de obtener un Título Mundial aunque en el momento de su retirada en 2004 fue el piloto con más victorias en pruebas del World Rally Championship, hasta que fue superado por Sebastien Loeb.
En nuestra pestaña de Filmoteca pronto estarán disponibles los vídeos con los tristes momentos vividos en el Rally de Gran Bretaña de 1998.
DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ