Mesa futbolera en un restaurante porteño. De un lado, Juan Román Riquelme. Del otro, Angel Cappa. Y la pelota, en el medio de ellos, como tema de diálogo. “La estamos tratando cada vez peor. Ultimamente, cuando voy a patear un penal o un córner, la agarro con las dos manos y le doy un beso. Siento que le estamos dando poca importancia”, sentencia JR. Y su frase hace ruido en charla. Tal como su producción contra Estudiantes, que incluyó una perla de tiro libre y algunas asistencias con destino perfecto. La eterna simbiosis del 10 de Boca con la redonda. Entre ambos, sí que hay algo personal.