A cuenta de las cosas de Iñaki Urdangarin se habla de "los duques de Palma". Cuando la boda de Cayetana Fitz-James apenas se la oía o leía llamar de otra manera que no fuera "duquesa de Alba". No son los únicos tratamientos de índole exclusiva de una organización privada que tendemos a usar como si fueran o bien títulos oficiales o nombres artísticos. No son lo primero y tampoco creo que los aludidos entiendan esas denominaciones como lo segundo. Teresa Sánchez no firmó sus libros como Santa Teresa de Jesús. Como pseudónimo es más correcto el de Teresa de Ávila, sin incluir títulos privados.
Si yo formo un club en el que los miembros nos hacemos llamar "insignes", no puedo esperar que el resto de la humanidad se dirija a mí usando ese tratamiento. Ni siquiera insisto en que se me llame doctor y se me trate de usía (lo primero es un título oficial, lo segundo es el tratamiento que creo corresponde a los profesores universitarios, o, por lo menos, así nos llama el Rector en los actos académicos a los que acudimos con la toga). Sin embargo noto miradas de reprobación cuando me dirijo a una monja por su nombre, sin el sor delante.
Propongo poner las cosas en su sitio y no usar esos títulos privados para llamar a gente que tiene su nombre y apellidos, como todos. Fuera, pues, obispos, santos, marqueses y condes, que no significan nada fuera de su club. Para duque, el de la imagen.