26 de junio de 2015
"Yang Xiaoyun, de 65 años, oriunda de la ciudad de Tianjin y férrea defensora de los animales, viajó hasta Yulin y compró un centenar de perros en el mercado por 7.000 yuanes (unos 1.000 euros) para evitar que fueran sacrificados". EL PAÍS
El trato (o maltrato) que les damos es puramente cultural. Sin embargo, los comedores de carne occidentales preferimos deshumanizar cochinillos y antropomorfizar cachorritos. Así nos enseñaron: aprendimos a pasear con amigos peludos y fieles preparándonos para una sociedad depilada y voluble, un mundo que muerde más que ladra.
Pedimos disculpas por no respetar a todos los animales sensibles por igual, pero nos felicitamos por querer con locura, al menos, a alguien que nos idolatra por completo con nuestros defectos mayúsculos.
Amamos a los perros porque los muy perros se hacen amar, nos corresponden como si supieran que hay un pacífico animal en nuestro envoltorio de terrorífico depredador.
Ojalá correspondamos a sus expectativas. Ojalá cada vez haya menos acomplejados que curen sus demonios atormentando nobles seres. Ojalá un día la expresión "tratarte como a un perro" sea sinónimo de amor incondicional en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad, hasta que las malas pulgas nos separen.
Ojalá el epitafio de nuestra tumba sea la mita de bello que este:
"Cerca de este lugar reposan
los restos de quien poseyó
belleza sin vanidad,
fuerza sin insolencia,
valentía sin ferocidad,
y todas las virtudes del hombre sin sus vicios.
Este elogio sería un halago sin sentido
si fuera grabado sobre cenizas humanas.
Pero es un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro."