El trato que le propongo, en realidad, es falso. Porque la verdad es que la escritura es un arcano que, las más de las veces, nos lleva a escribir para uno mismo y a leer para reforzar las propias opiniones con argumentos de una supuesta autoridad: la que el lector concede al autor de un texto que le atrapa o con el que se identifica. Ni yo escribo para usted, ni usted lee porque crea que escribo para usted, ni siquiera por afinidad a sus gustos o expectativas. Mas bien son actitudes, escribir y leer, que no tienen más finalidad que satisfacer un deseo o, a lo sumo, un mero capricho: el de escribir por no saber hacer otra cosa, y leer por no tener otra cosa mejor que hacer. O no. Pero desde que apareció la escritura como forma de comunicación, no existe vínculo más firme que el del autor y el lector. Entre otros motivos, porque escribir para nadie es un sinsentido si no media un lector que lee para comprender lo que le comunican, a pesar de la discrepancia inevitable entre lo que se pretende decir y lo que se pueda interpretar, máxime si las palabras apenas pueden mostrar fielmente lo uno y lo otro. Por tal razón, le formulo este trato: yo hago que escribo para usted y usted hace que lee como si lo escrito estuviera destinado exclusivamente para usted, tanto si lo asume como si lo rechaza o discrepa. Sin más condiciones. ¿Está de acuerdo?
El trato que le propongo, en realidad, es falso. Porque la verdad es que la escritura es un arcano que, las más de las veces, nos lleva a escribir para uno mismo y a leer para reforzar las propias opiniones con argumentos de una supuesta autoridad: la que el lector concede al autor de un texto que le atrapa o con el que se identifica. Ni yo escribo para usted, ni usted lee porque crea que escribo para usted, ni siquiera por afinidad a sus gustos o expectativas. Mas bien son actitudes, escribir y leer, que no tienen más finalidad que satisfacer un deseo o, a lo sumo, un mero capricho: el de escribir por no saber hacer otra cosa, y leer por no tener otra cosa mejor que hacer. O no. Pero desde que apareció la escritura como forma de comunicación, no existe vínculo más firme que el del autor y el lector. Entre otros motivos, porque escribir para nadie es un sinsentido si no media un lector que lee para comprender lo que le comunican, a pesar de la discrepancia inevitable entre lo que se pretende decir y lo que se pueda interpretar, máxime si las palabras apenas pueden mostrar fielmente lo uno y lo otro. Por tal razón, le formulo este trato: yo hago que escribo para usted y usted hace que lee como si lo escrito estuviera destinado exclusivamente para usted, tanto si lo asume como si lo rechaza o discrepa. Sin más condiciones. ¿Está de acuerdo?