Uno, que es por vocación y acción pacifista, no deja de reconocer que cuando he visto a uno de esos pobres preferentistas a los que les han robado los ahorros de sus vidas para gastárselo entre otras lides en lupanares a costa ajena, a uno de esos desahuciados (con más inri, con la connivencia del propio Ayuntamiento de Madrid y su Comunidad (falacia donde las haya)), a uno de esos parados privados de derechos y culpabilizados por un Gobierno criminal como causantes de la crisis y de haber vivido por encima de sus limitadas posibilidades, o a uno de esos enfermos de Hepatitis C o a un parado o inmigrante desahuciado de su sanidad antes universal... me he puesto en su piel y en la de cualquiera de esos villanos y fantasear con una escena como la de este corto o como cuando, creo recordar, una preferentista se acercó a Montoro o a De Guindos (cualquiera vale) haciéndose pasar por periodista y le dice que como pierda sus ahorros no sabe que hará...
Pero no, me reafirmo pacifista. Además, no creo en las penas capitales ni en la cadena perpetua que como otras tantas cosas este Gobierno nos quiere meter por la puerta de atrás.
Ya sé que lo ponen difícil para tener el valor de emular a Gandhi, Luther King o jugar a a la ficción de un Robin Hood cualquiera, aunque los tenemos de carne y hueso como es el caso de Ada Colau o tantos héroes anónimos. Convierten la constitucional protesta en delito.
Pero no, un tiro o una batidora no es suficiente castigo para los que osan apropiarse de lo de todos, de lo público y vender a sus países a terceros mientras se envuelven en falsas enseñas nacionales.
Deben enfrentarse a sus delitos y devolver lo robado, dejar de aparecer como los señores que nunca fueron y dar categoría de caballeros a los pequeños truhanes que dejan en anecdóticos.
Sí es un cortometraje para alumnos, grandes, pero para alumnos.
Precisamente, para reflexionar desde la rabia que puede sugerir un cortometraje como este y su incalificable traslación al mundo real, y buscar vías alternativas para desde la democracia real, responder a estos auténticos atentados terroristas de cuello blanco que se cometen sobre los más débiles.
Ya sé que me he puesto emocional, pero, quien no se emociona ante el sufrimiento de los débiles, quizás, no tenga corazón. No podemos ser neutrales ante el sufrimiento.
SíntesisPaquita, una anciana de aspecto inocente y entrañable, no está dispuesta a quedarse de brazos cruzados cuando su banquero de toda la vida le anuncia que ha perdido sus ahorros, por haber comprado productos financieros “aparentemente” seguros…Productos ofertados por él mismo.