Travesuras de la infancia

Por Desmadreando @desmadreando

En honor a “Horacio” de Rayuela.

Habría que situarnos en 1996, en esos momentos en que la pubertad llegó a mi vida para instalarse con tintes de desamores, canciones para cortarse la vena, un libro de poesía automática ¡pero eso si!, acompañada de una persona mágica: Horacio.

Horacio y yo estudiamos juntos desde la infancia pero por azares del destino y porque los niños y las niñas pertenecen a bandos diferentes, nuestra amistad no empezó a cuajar hasta los trece años.

Horacio era el niño que mejor pintaba de la clase. El que siempre sacaba sobresaliente en las maquetas, en los concursos de dibujo y el que siempre le hacía cartas molonas a sus novias. Yo quería ser su amiga.

No recuerdo bien como empezó esa amistad. Sólo se que desde ese entonces soy afortunada.

Los viernes nos solíamos juntar una pandilla de amigas en mi casa a comer pizza y a ver pelis. Era un ritual.

No se cómo ni porqué -bueno si- mis amigas decidieron hacerme el vacío y se fueron a casa de la “amiga de moda” de esas temporales pero que ¡cómo le joden la vida a uno! Y me quedé un viernes sola. Le dije a Horacio que si quería venir a pesar de que no estuvieran el resto y el aceptó.

Fuimos al videoclub y rentamos una película que nos marcó de por vida. “The Cure” o como la titularon en España “Que nada nos separe”.

La sinópsis es sencilla: Erik es un chico de 13 años que vive con su madre, una mujer amargada desde su divorcio. Al chico le cuesta hacer amigos y con el único que parece congeniar es con su vecino Dexter, un niño enfermo de SIDA a causa de una transfusión sanguínea. 

Un drama. De los buenos. De los que las madres no dejan que sus hijos jueguen con personas “infectadas” por miedo al contagio. De los que la inocencia de la infancia dan lecciones de vida de cómo ser humano y como encontrar una amistad de por vida.

Hay un momento clave en donde Dexter le comparte a Erik, desde su particular punto de vista de niño pequeño, el miedo que tiene al dormir ya que muchas veces cuando despierta y está oscuro piensa que está muerto.

Erik entonces hace lo siguiente (ver minuto 8:35)

Un día, por ahí de 1996 -como les contaba en un inicio- después de ver esta película que nos marcó tanto a Horacio como a mi; yo- en mis giros dantescos de la pubertad oscura- le hice una broma a mi mejor amigo.

De buenas a primeras, se me cruzó la vena de que quería saber si “realmente me quería” y si “yo era importante para él”, así que le llamé por teléfono llorando para decirle que lo quería mucho y que me estaba muriendo pues me habían detectado “cáncer” y que me quedaba poco tiempo.

Ríanse. Péguenme. Menuda estupidez. El teatro me gustaba, pero lo mío siempre ha sido el drama. Y ahí nos tiramos horas llorando como estúpidos. Hablando de la vida. Hablando de la amistad. De qué nos depararía el futuro.

Y en eso me reí. Me carcajée horas. -”Es broma” le dije.

-Beeeeeeeeeeeeeep- el auricular del teléfono fijo marcaba que me habían colgado.

Intenté volver a llamar y nada. A la quinta vez me contestó su madre diciéndome que su hijo estaba muy enfadado y que no me cogería el teléfono.

¡Ay bendita pubertad! Tuve que esperar hasta el día siguiente para verlo en el colegio y pedirle perdón. Me hinqué. Juré jamás volver hacerlo.

Lo lastimé tanto que no entendía por qué se me había ocurrido esa estupidez.

- Quería ver si realmente me querías- le dije.

Su respuesta fue ésta:

Lo que mejor ha sabido hacer el jodido es pintar y el tennis-zapatilla converse le quedó fatal. Eran los nervios, era el dolor, era el juramento de que siempre estaríamos juntos. Siempre llevo la nota conmigo.

A 17 años de ese evento se ha cobrado la venganza.

Ayer recibí un correo diciendo:

Amiga mía me han detectado un túmor y me extirpan un testículo el viernes. Nada me gustaría más que decirte que es  la venganza a tu broma de hace 17 años pero en este caso necesito de tu tennis.

Y hoy estoy lejos. Y hoy estoy triste. Y hoy sé que todo estará bien pero ODIO AL CÁNCER y estoy enojada.

Así que desde aquí, en la distancia, le mando mi tennis a mi amigo, y quiero decirle que lo quiero y que me sabe mal no estar ahí para sostener su alma y decirle que ¡TODO VA ESTAR BIEN!

Te quiero H.

Tu maga