Mi hija acaba de cumplir ayer 25 de julio tres añitos. Tres añitos de luz y felicidad, que además de ser una experiencia vital arrolladora, se ha convertido para mí en una oportunidad única de conocimiento (hacia dentro y hacia afuera) que no puedo desperdiciar. Todavía no salgo de mi sorpresa.
Aprovecho la excelente idea de la convocatoria del blog Familia Libre, para sumarme a la Fiesta Bloguera de la Lactancia, que coincide con la fiesta de nuestro tercer cumpleaños, y con la celebración de la Semana Internacional de la Lactancia Materna, del 1 al 7 de agosto, para hablar de nuestra lactancia, de nuestra teta.
Este no es un blog maternal al uso, en el sentido de que hablo poco de mi vida privada y de mis propias experiencias, pues básicamente lo utilizo para canalizar mi vocación teórica y docente, y mis "descubrimientos" , vamos a decir pretenciosamente, en torno a una cierta "sociología" (de andar por casa) del feminismo y la crianza.
Pero hoy estamos de fiesta. Mi hija ha cumplido tres años y en el "mundillo" de los blogs maternales estamos celebrando fiesta de lactancia. Feliz coincidencia. Hace justamente tres años, en una de las salas de parto del HUC, mi hija se enganchó a la teta, y aún no la ha soltado. La "teti" sigue siendo para ella su consuelo, su alegría, su regulación emocional, su vínculo fundamental con la tierra.
Si alguien me lo llega a decir entonces, no lo hubiera creído. No tuve que hacer especial esfuerzo por lograr la lactancia, desde el primer día todo fluyó como la seda. Tuve a mi marido y, sobre todo, a mis padres conmigo en mi casa, que me apoyaron en todo para que yo solo tuviera que ocuparme de permanecer junto a mi pequeña.
Cuando tenía dos meses, pensé como todo el mundo que se destetaría cuando tuviera unos 6 meses o así, y yo me reincorporara al trabajo. Pero no se destetó. Luchó con uñas y sin-dientes para no probar jamás un biberón, y no lo probó. Fue, pobrecita mía, a la guardería con 7 meses, y allí comía papillas, pero cuando volvíamos a casa, se resarcía de teta a demanda todo el tiempo.
Cuando tenía un añito, pensé que no llegaría a los dos. Cuando cumplió los dos, pensé que no llegaría a los tres. Ahora ha cumplido los tres, y pienso que no debe llegar a los cuatro, pero ya no digo nada :-). No seguí los dictados de ningún manual de la liga de la leche, no me apunté a ninguna secta, no hice ninguna apuesta, ni siquiera conozco a nadie a mi alrededor que haya amamantado tanto tiempo. Simplemente ha sido mi hija la que así lo ha decidido, y yo he respetado sus necesidades y su ritmo.
Supongo que los niveles de prolactina y los chutes de oxitocina que suponen cada tetada, me han ayudado a permanecer disponible todo este tiempo para mi hija, además de algunas convicciones personales. Pero las convicciones personales han nacido y crecido tiradas por mi hija. No sabía nada de crianza antes de que mi hija me pusiera en la evidencia.
He dado de mamar tres años porque sí: porque es lo mejor para ella, tanto física como psicológicamente; porque es lo que ella ha necesitado y deseado; porque es fácil, limpio y natural; porque es hermoso; porque es placentero; porque es relajante; porque nos regala cada día preciosos momentos de calma, amor y compenetración; porque nos resarce de las horas de separación por motivos laborales; porque es un plus en la crianza; porque es una inversión de amor concentrado. Porque es revolucionario, porque es ancestral, porque me conecta con mi esencia femenina y maternal, porque sólo yo puedo hacerlo, porque es la última fase de mi ciclo reproductivo, porque escucho a mi cuerpo y a mi hija. Hay mil razones para amamantar, y cada día se descubren nuevos argumentos a favor de la lactancia, pero pienso que cada madre lo hace sin saber muy bien por qué. Amamantar no es racional.
Amamantar es dirigir tu libido hacia el bebé. No hay lactancia sin libido, sin química, sin la acción de esas hormonas del amor que hace que te sea fácil... que puedas entregar tu cuerpo al bebé sin pensarlo.
Ahora, que ya tiene 3 años, hay algunas veces que ya sus pedidos de teta me agobian, y a veces le hago "pequeños rechazos", cual osa gruñona que empieza a dar a sus oseznos pequeños empujoncitos hacia la libertad. No son rechazos racionales. Es que ya, a veces, no me apetece. Es pura sexualidad. Igual que a veces hay parejas en que muere el deseo sexual, aunque se amen mucho. Supongo que en eso consiste el proceso de destete: para uno de los miembros de la díada ese "deseo" desaparece.
Lo ideal sería que partiera del niño. Pienso que son los niños los que deben marcar la pauta de su propio crecimiento. Las madres somos como la tierra: solo tenemos que estar disponibles y bien nutridas (material, intelectual y emocionalmente) y dejar que ellos chupen lo que necesiten, progresivamente, hasta que son adultos y ya se han nutrido lo suficiente para volar solos.
Pero quizás las condiciones culturales en que vivimos las madres hoy en día pueden hacer que nuestra "libido maternal" se apague pronto, o incluso que nunca exista en muchos casos (las cesáreas, los chupetes, los biberones, las separaciones... atentan contra ella). Por eso hay tan pocos destetes naturales, todos son inducidos: en la mayoría de los casos, con pocos meses, por la intrusión del biberón; más adelante, porque poco a poco las madres nos vamos "retirando" consciente o inconscientemente, por mil razones cotidianas de nuestra forma de vida, que todos sabemos.
Pienso que la lactancia va indisolublemente unida al puerperio. La relación puerperio-lactancia-vínculo-apego es evidente. Laura Gutman dice que el puerperio no son esos días de "cuarentena" como cree la mentalidad popular, sino que es todo ese tiempo en que la criatura y su madre permanecen unidas por un vínculo insustituible. Ella lo sitúa en torno a los 2 años, cuando se produce el surgimiento del "yo" y la separación psíquica del bebé de su madre, que hasta ese momento formaron un único "ente" psiquíco. En nuestro caso, creo que el fin del puerperio ha llegado ahora a los tres.
Pienso, como Irene, que ahora es que estoy en el comienzo del fin de nuestro puerperio y de nuestra lactancia. Hasta ahora, no ha habido una sola noche en que ella no se haya dormido con su tetita, que le es imprescindible. Me quiero lo bastante como para saber que mi compañía es bastante más cálida que un chupete y un peluche, y que la compañía humana es mucho mejor para desarrollar su futura socialización y capacidad de amar al prójimo. Hasta ahora no he sentido la necesidad de separarme de ella, ni para ir a un cine, ni a una cena, ni a una noche de fiesta. Sólo para el trabajo, con una angustia de separación bastante grande. Supongo que es el efecto de la "droga" prolactina :-).
Ahora, empiezo a temer que el destete ya puede estar próximo. Es más, empiezo a desearlo, lo que viene a ser el principio del fin. Pero estos tres años de simbiosis, de vínculo insustituible, gracias en todo o en parte a la teta, no los cambio por nada. Y siento, desde lo más profundo de mi corazón, que es lo mejor que he podido hacer por mi hija.