1. Piensa como lo haría un niño: debemos tratar de retroceder en el tiempo y convertirnos de nuevo en niños. Cuando escribimos para los más pequeños debemos ponernos en su piel y tenemos que averiguar que les interesará más o menos, que temas o que narrativa les atraerá más… Puede ser mi útil, hablar con ellos (a través de familiares o hijos de amigos, por ejemplo) para tener una opinión más objetiva. Y, aunque, a priori, te pueda parecer una idea absurda comprobarás que no lo es.
2. Se positivo: normalmente con la edad, tenemos más perspectiva de las cosas que nos rodean, y, por tanto, tendemos a ver tanto el lado negativo como el positivo de las cosas. Pero esto, en el mundo infantil no tiene cabida. Solo hay una posibilidad y es ver todo de modo positivo, ya que la misión con nuestro cuento no es hacer más triste al niño, sino al revés, más feliz. Por ello, debemos evitar todas las acciones que impliquen crueldad. Para los personajes, cualquier problema se transforma en un reto, una aventura por vivir. Y un error cometido se transforma en una manera de aprender.
3. Elimina cualquier frontera: A la hora de escribir un cuento infantil tenemos que olvidarnos de todas las barreras de lo real y lo irreal. Entramos en un mundo que podemos construirlo a nuestra manera, sin importar ni el qué ni el cómo. Consigue un mundo divertido, con el que los niños puedan soñar y meterse dentro.