Papá, ¿por qué no abres un blog?
¿Que abra qué?
Así empezó esta aventura bloguera hace hoy, no me digáis que no es día señalado, tres años. Y sí, fue Curro mi hijo el que me inició en esto. Y yo acepté con cierto escepticismo, y sobre todo con poca confianza en algo que me era tan ajeno. ¡Quién lo iba a decir!
Pues aquí estoy, después de este trienio, recordando un poco como empezó esto. Esta fue mi primera entrada, el rey, junto con la Iglesia, los peperos y otros poderes han sido mis blancos preferidos.
Pero lo que quiero recordar en este tercer aniversario, es lo más esencial. Uno escribe por necesidad, pero es difícil, estoy convencido de que no hubiera continuado, si no hubiera encontrado lo mejor de este negocio: la interacción de la blogosfera.
1.434 entradas, más de 12.000 comentarios. Unas 250.000 visitas totales. Esas son las estadísticas.
Pero hay otra forma de medir esta experiencia: Hoy tengo más amigos. Bastantes más amigos. A algunos los he conocido personalmente, a otros les sigo o me siguen y tengo la impresión de que están conmigo desde siempre. Perdonad si no doy nombres, pero los que me seguís sabéis por quién tengo debilidad, no lo disimulo.
La blogosfera como lo que es --parte de la vida misma--, se mueve, unos entran, otros se van, hay muestras de cariño, algunas discrepancias –bienvenidas--, pero está ahí.
Creo que he conseguido lo que he querido, y no aludo a la cantidad de seguidores y de amigos, sino a la calidad. Gente que desconocía hace poco y con la que hoy me encuentro a gusto, muy a gusto. Sólo algún desencuentro y muchas satisfacciones.La solidaridad que he podido vivir y compartir desde esta plataforma ha sido inigualable.
Decía Lewis Carroll que “puedes llegar a cualquier parte siempre que andes lo suficiente”.
Gracias a todas y todos por compartir el camino. Hoy, por vuestra culpa, soy un poco más vosotros y un poco menos yo.
Salud y República