La Chiquinina tiene ya tres meses. Han pasado mucho más rápido que con Chiquinini, será esta una más de las diferencias entre un primer y un segundo hijo.
El primer mes y medio fue duro por el agotamiento que tenía yo encima, el posparto, la anemia, el sueño aún irregular de la niña, la lactancia, etc. Pero a partir de ahí he estado mucho más relajada que cuando nació Chiquinini, me he tomado la falta de sueño por ejemplo con otro humor, y todo ha seguido adelante como siempre. Supongo que influye también el hecho de tener otro hijo que sigue teniendo su rutina y sus necesidades, y que además la experiencia es un grado. En cualquier caso el tiempo ha volado.
La Chiquinina nos conoce perfectamente, se rie y parlotea mucho; tiene también su genio. No llora mucho, pero cuando lo hace es difícil consolarla. Es muy mimosa, lo es a veces su llanto, y le encanta la teta. Disfruta muchísimo con el baño, se distrae con los sonajeros manteniendo por largo rato su atención, aunque se pone nerviosita porque no coordina aún sus manos para alcanzarlos bien ( va a ser una impaciente como su madre). Tolera bien el trajín de vestirla y desvestirla a excepción del momento-mangas, que no soporta y siempre se enfada.
Y en fin, voy a dejarlo aquí para no caer en cursilerías y ñoñerías que son en realidad las cosas que se me vienen a la cabeza cuando pienso en mis dos Chiquininis, porque esto de ser mamá es lo que tiene, que no se comprende en todo su alcance y dimensión hasta que se es. Ains….