Estos días de atrás, la administración francesa consiguió un disquete del HSBC en Suiza donde figuran, además de otros miles de europeos, unos tres mil españoles que tienen depositados, fraudulentamente, entre 8.000 y 10.000 millones de euros, en ese país.
En primer lugar, hemos de agradecer a la administración francesa que haga los deberes que debería hacer el gobierno español, inútil total en el tema de desenmascarar a los defraudadores. En segundo lugar, comentar que la actuación de la Hacienda española es absolutamente discriminatoria. En este caso, cuando se trata de millonarios y de fortunas inmensas, les han dado un plazo de unos días para que pongan sus cuentas en orden.
Sólo en el caso de que no arreglen su situación en ese plazo se les considerará delincuentes defraudadores. En resumen se les está aplicando la misma vara de medir que si cualquiera de nosotros nos retrasáramos en presentar la declaración de la renta. El recargo, una multa y el pago de la cantidad que corresponda. Total, la misma falta que si se presentara la declaración de la renta el 1 de julio, en vez del 30 de junio. Una vergüenza que además sienta un precedente.
Todos los millonarios timadores fiscales saben, de ahora en adelante, que para no cometer agravio comparativo, si les pillan sus cuentas en las Islas tal o en Luxemburgo o en cualquier paraíso fiscal, no les aplicarán la ley sino una especie de amnistía fiscal, que convierte su grave delito en una falta administrativa. Y eso, suponiendo que le pillen desde la Hacienda española –recordemos que ha sido la Hacienda francesa la que ha descubierto el pastel—, que no parece muy entusiasta en levantar la liebre. Pensemos que España es el país con más economía sumergida (se estima el 23%) de Europa.
En fin un ejemplo más de que nuestra querida administración actúa con dureza con los débiles y con debilidad ante las grandes fortunas.
¿Se imaginan ustedes si el objetivo fuera recuperar todo el dinero que ilegalmente está depositado en paraísos fiscales, cuál sería nuestra situación? Probablemente seríamos la envida de Alemania, y no quiero exagerar. Mientras tanto, seguimos siendo el culo de Europa. Y ya acostumbrados a sacarle el dinero a los débiles, ¿para qué cambiar?
Salud y República