Una. Años atrás, y en otro lugar, escribí sobre el hallazgo de cartones de leche de oveja de la marca zamorana Gaza, a la venta en uno de los edificios de El Corte Inglés de Madrid. Supongo que la baja demanda (la leche de oveja no es muy popular, me temo) hizo que, un tiempo después, no volviera a ver esas cajas en la citada cadena. A mí no me entusiasma la leche, pero me he criado, como se han criado muchos, bebiendo Gaza (aunque de vaca), y encontrarla en una ciudad que no es la tuya resulta gratificante. La leche de oveja o la de cabra me resultan más agradables al paladar, tal vez por su espesura o por su fuerte sabor. La otra tarde, deambulando por El Corte Inglés de Princesa, topé en la sección de lácteos y derivados con yogures de leche de oveja y de leche de cabra. De la marca Gaza. Nunca antes los había encontrado en Madrid, así que compramos unos cuantos y son muy sabrosos. Saben a yogur de verdad, no a leche en polvo, como sucede con algunas marcas. Encontrarse con productos de mi tierra en la ciudad en la que vivo siempre es para mí motivo de alegría. Es posible que el amor a la patria de cada uno empiece en el paladar y en el estómago.
Dos. Unos días antes de Navidad acudí a la rueda de prensa de un autor checo en la librería Tipos Infames, en el barrio de Malasaña, en Madrid. El acto lo organizaba Enrique Redel, editor de Impedimenta. Su catálogo es impecable. Al concluir las entrevistas fui a despedirme de Enrique. En la breve conversación surgió Zamora porque su mujer, la escritora Pilar Adón, estuvo invitada el año pasado a dar una conferencia en la Biblioteca Pública. Y de la ciudad pasamos a un zamorano. Me dijo el editor que uno de los traductores de la editorial es oriundo de esta provincia: se refería a José C. Valés. Yo ignoraba el dato y luego busqué información por ahí. En efecto, José nació en Zamora en el 65 y es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca. En su currículum hay numerosas traducciones, pero lo que pocos saben es que él está detrás de uno de los mayores éxitos sorpresa de los últimos tiempos en el mundo editorial español: suya es la traducción de `La hija de Robert Poste´, de Stella Gibbons, que ya va por la decimotercera edición. Está en el catálogo de Impedimenta, al igual que está `La hija del optimista´, de Eudora Welty, y en breve lo estará otra de sus traducciones, `Flora Poste y los artistas”, también de Gibbons. Las dos primeras las tengo en mi biblioteca desde su publicación. Pero aún no las he leído.
Tres. Llevo años intentando que David González, poeta y amigo que vive en Gijón, y con una obra que no necesita presentación a estas alturas, acuda a leer a mi tierra. Hicimos planes en varias ocasiones, pero todo se iba torciendo. Cuando uno podía desplazarse, el otro no. Cuando él publicaba un nuevo libro y preparábamos alguna presentación, le coincidía con una de esas etapas en que no tiene un céntimo en el bolsillo. El caso es que, una y otra vez, lo hemos ido posponiendo. Pero este mismo sábado, 29 de enero, si nada lo impide, varios zamoranos presentaremos una antología en el Ávalon Café, a las diez de la noche, y el invitado de honor, el invitado de excepción, es David González. Quien escucha por vez primera sus lecturas no lo olvida. Puede que alguna vez falle, no digo que no, porque es humano. No obstante, en general, sus recitales suelen contener la contundencia de quienes atravesaron épocas turbias y han vivido para contarlo. No digan que no les avisé.
El Adelanto de Zamora / El Norte de Castilla