Tres Poetas Colombianas

Publicado el 15 diciembre 2018 por Carlosgu82

Tres poetas colombianas

Por:

Santiago Galeano Muriel.

En este artículo haré participe a la poesía colombiana, pero no lo haré con los poetas y/o autores más representativos del país como suelen ser: Barba Jacob, Silva o Greiff. En esta ocasión quiero hablar de tres mujeres, tres grandes poetas que he tenido el placer de leer y en dos casos, de conocer; se trata de María Clemencia Sánchez, Yenny León y Mery Yolanda Sánchez.

He leído a las tres y veo un trabajo serio, agradable, temible, succionador, universal. Muchas veces veo a Lorca, Pizarnik, a Bracho, a Porchia y un mapa estético de Colombia forjado con las más crudas y realistas palabras.

En las tres veo compartido una serie de volcamiento de la naturaleza, pero claro, cada una en su propio estilo, por parte de la poeta María Clemencia veo una unidad entre la naturaleza y el ser, ambos ascienden y descienden en un largo cielo cautivo de silencio, flores y tiempo. Tiene el don del verso preciso y de eso hace constancia en la mayoría de sus poemas, como por ejemplo este bello fragmento tomado de su poema ‘’solo vine a ver el jardín’’

De precarios paraísos.

Ahora que eres el misterio de un sueño

De lluvia en el relato de calladas constelaciones.

Se expresa una frescura universal y poco inusual, una belleza contemplativa y debo decir que sus versos me llevan a un tipo de quietud y ensoñación contemplando el rostro indivisible de la poesía. Quizás solo sea yo, pero siento que el cierre de cada poema de María Clemencia se cierne en una soledad, una bella soledad abrazada, una belleza que resucita, resurge cada noche. Cuando la leo, a veces siento que Lorca jamás murió a las cinco de la tarde… sino que a las cinco de la tarde estaba abrazando la pluma de María Clemencia.

Al leer a Yenny León indudablemente sentí la esencia de Pizarnik en sus letras, como en ‘’los trabajos y las noches’’ se siente la conexión con la naturaleza, pero en una inminente explosión y reformación de todo, es como el vertiginoso final en el incalculable fuego, sangre, sombras, gritos y de ahí parte el nacimiento de un nuevo latido que se consumirá. Se ve un trabajo para equiparar las palabras con un constante desgaste y aversión. La poesía de Yenny León grita y sobre todo tiene la claridad de componer en pocos versos una verdad, una verdad sin pasado, de un árbol en llamas, de las piedras que se desprenden.

Mientras penetro el infinito
que me mira desde adentro
la isla me inventa un cuerpo de alas
para remontar las raíces del crepúsculo

Sus poemas los divido en dos realidades, una que va con una intimidad propia y otra que va más expresa hacia lo abierto e inmutable. En mis lecturas siempre me ha parecido y me han encantado los poemas cortos, ellos requieren una precisión, un quiebre y un cierre majestuoso, se debe ser un alquimista de las palabras y Yenny en su trabajo ha sido constante de ello.

La poesía de Mery Yolanda no se reconoce si no se habla precisamente de Colombia, su uso de palabras es cruda, fuerte; un caos. Sus letras son difíciles, pero comprensibles después de pensarlas y sentirlas y al sentirlas se sentirá y se hará a la vista que esto que estamos leyendo es de lo más abrumador y oscuro en poesía colombiana, pero que a mi parecer son necesarias, porque esos versos cortos, esas pequeñas prosas contribuyen a la memoria con tal agresividad que despertamos en los bosques mutilados y nos encontramos con los desaparecidos sin rostro y sin nombre. Cuando la leo, siento que Dios es otro hombre más, es otro testigo u otra víctima, ‘’Abandonad toda esperanza todo aquel que entréis’’ este fragmento tomado de la divina comedia es mi inicio a la lectura de Mery Yolanda, pero como Dante, hay que tomar valentía y seguir el sendero, porque lo que veremos allí dentro es REAL, pero no hay purgatorio ni paraíso, porque todos están muertos literalmente o muertos en vida o solo están en un recuerdo muerto. Yo analicé anteriormente su trabajo desde un malditismo, no por una vida bohemia ni desgraciada, sino por su crudeza, oscuridad, su decadencia.

La oscuridad es perfecta, la soledad amplia, larga la distancia.
El disparo no despertará a mamá.

Su poesía es necesaria, es arriesgada, es fuerte y es lo que se necesitaba leer para comprender una etapa que no termina y que angustiosos años no sabemos.