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Tres siglos después, el dodo se reivindica a través de la ciencia

Publicado el 09 octubre 2017 por Acercaciencia @acercaciencia

Desde lo alto de la pared, rodeado de otros cuadros y láminas enmarcadas, placas con minuciosas descripciones de letra abigarrada y vitrinas, un lienzo pintado en 1626 por el neerlandés Roelandt Savery da la bienvenida al visitante a una de las salas del Museo de Historia Natural de Londres.

Dodo pintado por Roelandt Savery en 1626

Dodo pintado por Roelandt Savery (1626).

El óleo, de tonos ocres y oscuros, retrata una escena sencilla: un pájaro de gran tamaño clava la mirada en el espectador. De perfil, el ave luce un pico ganchudo, cuello curvo y una constitución robusta, rechoncha, que acentúan sus diminutas alas y la cola: apenas un penacho de plumas. Las patas, muy cortas, fuertes, recuerdan a las de una paloma con sobrepeso. El lienzo, sin embargo, es uno de los más importantes de la sala. No solo es la imagen más famosa del dodoRaphus cucullatus-, la que durante siglos ha definido la idea que teníamos de este pájaro extinto y ha ido replicándose en láminas y películas; es además el referente con el que trabajó en el siglo XIX el primer superintendente del museo londinense, Richard Owen, para reconstruir la fisionomía del ave. Guiándose por el retrato de Savery, Owen ensambló huesos de dodo que se habían conservado. Su labor la dio a conocer en 1866, dos siglos después de que se avistara el último ejemplar vivo. La cuestión es, ¿hasta qué punto era exacto el retrato de Savery? Estudios más recientes han replanteado algunas de las ideas que dábamos por sentado del dodo. Ese arquetipo fue el que tomó, por ejemplo, Lewis Carroll cuando decidió darle un papel –y con ello, consolidar el mito de la especie- en su obra Alicia en el país de las maravillas.

El profesor Richard Owen

El profesor Richard Owen.

Con el paso de los siglos, el Raphus cucullatus se ha convertido en un símbolo del ecologismo. El suyo es el mejor ejemplo de que los desmanes del humano pasan factura en los ecosistemas. Y a muy corto plazo, además. El hombre “colisionó” –porque es difícil describirlo de otro modo- con este ejemplar no volador y endémico de las Islas Mauricio en el siglo XVI. Existe la referencia de que en 1581 un español llevó un ejemplar a Europa. Apenas un siglo después, en la segunda mitad del siglo XVII, la especie se extinguía. ¿Qué pasó entremedias? Los expertos apuntan como principal causa de su fin la introducción en las islas de cerdos y otros animales domésticos que destrozaban los nidos y devoraban sus huevos. El deterioro de su hábitat, nuevas enfermedades o la propia caza –aunque hay referencias de que su carne no era muy sabrosa- contribuyeron a condenar a Raphus cucullatus, una especie que había perdido la capacidad de volar y evolucionó sin grandes depredadores de los que huir.

El escaso tiempo que “convivieron” humanos y dodo hace que sea muy difícil arrojar luz sobre esta especie. “Se conoce más sobre los dinosaurios y otros animales prehistóricos –su estructura poblacional, comportamiento de anidación, sus huevos y crías- que sobre un ave que desapareció de forma relativamente reciente debido a la interferencia humana”, reconocía hace justo un año el paleontólogo Julian Hume en una entrevista publicada en la web del Museo de Historia Natural de Londres: “No sabemos exactamente cómo llegó a Mauricio, cómo evolucionó, cuánto creció o cómo se comportaba”. Para horadar esa oscuridad los expertos han echado mano de dos fuentes fundamentales: los testimonios y dibujos de la época, más imprecisos a medida que se alejaban del siglo XVI; y los fósiles que se han ido encontrando. Las primeras imágenes que se conocen fueron las elaboradas por los marineros que visitaban Mauricio. Se dice que el pintor mongol Ustad Mansur fue el primer artista en retratar la especie en color, a principios del XVII. De poco después datan los lienzos de Roelandt Savery y de su sobrino, Jan Savery, también reconocido por un cuadro de 1651.

Hume advierte sobre la más que cuestionable fidelidad de muchos de los supuestos retratos que se pintaron del dodo. “Durante las décadas siguientes la imagen cambió. Cada ilustrador quería hacerlo más grande, más gordo y más grotesco que el trabajo anterior solo para vender la historia. Muchas de esas ilustraciones aparecieron en libros y artículos populares”, señala. El propio Savery aseguraba haber pintado su retrato del Raphus cucullatus tomando modelos de la naturaleza, aunque –comenta la experta Judith Magee– hay indicios que apuntan que “solo vio ejemplares preservados”. “Estos no habrían representado necesariamente el dodo en su forma original”, abunda. Como consecuencia de esa tendencia, a lo largo de las décadas y los siglos se ha ido “caricaturizando” la imagen del dodo, al que se achaca un comportamiento torpe y una constitución zote. Se dice incluso que el propio nombre dodo puede derivarse del neerlandés “dodoor” (holgazán) o del portugués “doudo” (estúpido).

La otra gran fuente de información son los restos que se conservan. El propio Richard Owen recurrió a viejos huesos para reconstruir la anatomía del ave y realizar su primera descripción científica en la segunda mitad del XIX. Y es esta misma vía –los fósiles preservados- la que está permitiendo a los expertos sondear los misterios del dodo más de tres siglos después de su extinción. A pesar de que en un inicio se conservaban vestigios muy fragmentarios, de diferentes ejemplares, con el tiempo se ha acumulado material de gran valor. En 2006, por ejemplo, un equipo de investigadores holandeses desveló el hallazgo de un rico y amplio yacimiento en Mauricio donde se encontraron fósiles que podrían tener –al menos según se anunció entonces, hasta 3.000 años de antigüedad-. Como explicaba entonces el equipo de expertos, los restos abren un mundo de posibilidades de estudio a través del examen de los huesos o su ADN.

Buena prueba del potencial de este tipo de material es lo que un grupo de científicos ha logrado conseguir con los esqueletos hallados entre 1899 y 1910 por el naturalista amateur Etienne Thirioux. Gracias a esos vestigios, su buen estado de conservación –uno de ellos se mantiene íntegro y pertenece a un solo pájaro; el segundo está casi completo, pero puede haber sido reunido a partir de los restos de más de un ejemplar- y las nuevas tecnologías, los expertos han logrado lo inimaginable: reconstruir la estructura del dodo. “Recreamos el pájaro entero en 3D con la tecnología láser”, anota Hume, quien destaca que es además “la primera pieza de investigación que muestra proporciones precisas” y describe huesos que se desconocían. Otra ventaja es que cualquier investigador podrá aprovecharse de ese conocimiento sin tener que examinar los esqueletos originales conservados en el Durban Natural Science Museum o Mauricio, lo que hace más accesible la información y elimina el riesgo de daños.

“El siguiente paso en la reconstrucción de este animal extinto es la creación de animatrónics, o robots. Pero para saber exactamente cómo se movía el dodo necesitábamos conocer estas medidas exactas”, apunta Hume en una entrevista para el Museo de Historia Natural de Londres tras la finalización del modelo digital, en 2016.

La nueva tecnología ha permitido ahondar en el conocimiento del dodo y también tumbar viejos perjuicios. Las tomografías computarizadas (TC) realizadas a los cráneos que se conservan, por ejemplo, han demostrado que esta ave era relativamente inteligente y que –dado que no volaba- su cerebro estaba adaptado para olfatear comida en la isla. Estudios realizados por el Museo Natural de Historia Natural de Nueva York han concluido además que era tan lista como una paloma moderna. Otro dato que se ha desempolvado es su carácter agresivo en época de cría. Más allá del comportamiento, también se han corregido viejas ideas sobre su fisonomía. Una idea extendida hoy es que las pinturas del XVII se basaban en ejemplares cazados, que vivían en cautividad y estaban sobrealimentados. Basándose en sus propias pesquisas, Hume elaboró en 2010 una pintura del dodo –ahora expuesta en el museo británico, muy cerca de la de Savery- que lo muestra con una forma bastante distinta: piernas más largas, un cuello más recto, cabeza menos abultada y cuerpo menos rechoncho. “Creemos que es más realista”, apunta Magee. Tres siglos y medio después de que se avistase el último ejemplar vivo, la forma real del Raphus cucullatus asoma al fin entre la bruma.

Esta es una exploración tridimensional del esqueleto del dodo que se exhibe en el Museo de Ciencias Naturales de Durban en Sudáfrica:

Bibliografía consultada

– Di Prinzio, Cecilia. 23/01/2017. “Alicia, el pájaro Dodo y la calvaria”. AcercaCiencia.
– Zimmer, Carl. 19/07/2006. “Unos fósiles dan pistas sobre cómo fue la vida del extinto dodo”. El País.
– Iwanow, I. October 1958. “An Indian picture of the Dodo”. Jorunal of Ornithology. Nº 99, págs.. 438-440.
– McKie, Robin. 16/01/2011. “A new lease of life for the dead dodo”. The Guardian.
– “Recreating lost world of the dodo”. 7/10/2016. Natural History Museum.
– “World´s most complete dodo skeleton revealed with 3D technology”. Natural History Museum.
– Sanz, Elena. 16/03/2016. “El dodo era un animal inteligente y agresivo”. El País.
– “Pinturas de dodos: una imagen perdida y otra recuperada”. 22/10/2014. Revista Quercus.
– García, Beatriz. 23/03/2016. “El primer atlas 3D del esqueleto del dodo revela cómo era este pájaro extinto”. El Confidencial.

Tres siglos después, el dodo se reivindica a través de la ciencia
por Carlos Prego Meleiro

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Desde 2010 ejerce como periodista en Faro de Vigo. En la actualidad cursa el Máster en Periodismo y Comunicación Científica de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
@CarlosPrego1

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