CAPÍTULO 19 Pasar PáginaTras un agotador viaje de más de diez horas, Nerea y yo desembarcamos del imponente Airbus en el aeropuerto internacional de O'Hare en Chicago. Al pisar por fin tierra firme me siento instantáneamente relajada, aunque pocos minutos después el nerviosismo vuelve a hacer presa de mí. Es increíble pero después de más de un mes me encuentro por fin en la misma ciudad que Abel, más cerca de lo que hemos estado desde hace días, y el sentimiento que me invade es embriagador y terrorífico a la vez.
Por primera vez desde que comencé esta insólita aventura, me asaltan las dudas. ¿Y si piensa que estoy loca por venir hasta aquí tras él? ¿Y si está tan enfadado o dolido que no quiere ni verme?Ni siquiera he podido avisarle de que iba a venir. Cuando intenté llamarle por teléfono, justo después de enterarme de que se había marchado, una voz enlatada me comunicó que el número ya no existía. Alguien que rompe lazos de forma tan radical no parece dispuesto a volver a saber de quienes dejó atrás...-¿Qué te pasa? -me pregunta Nerea, percatándose de mi tenso silencio -No me digas que te estás asustando ahora, a estas alturas. -La verdad es que sí... Un poco.-No seas gallina -replica -No tropieces un segundo antes de llegar a la meta, eso es de perdedores.-Quizá sea una perdedora -contesto.Junto a nosotras, la cinta transportadora que nos va a devolver el equipaje sigue su lento desfile. La gente se mueve de un lado para otro, los aviones despegan y aterrizan, pero mi mente está bloqueada.-No, no lo eres -declara Nerea -Puede que seas un tanto peculiar, desorganizada y caótica, también un poco esperpéntica pero eres buena, Sara. Te mereces cosas buenas, te mereces recuperar al amor de tu vida y por eso estamos aquí, por eso estoy yo aquí. No voy a dejar que te eches atrás ahora ¿Me oyes? Si es necesario te arrastraré hasta los mismos brazos de Abel. Las palabras de Nerea me han dejado anonadada. Siempre creí que le traía más o menos sin cuidado todo lo relativo a Abel y a mí. Apreciaba su compañía en este viaje, pero suponía que sus razones para acompañarme eran puramente egoístas. Sintiéndome como una idiota y una mala amiga, comienzo a llorar de nuevo. -¿Y ahora por qué lagrimeas? -inquiere con tono hastiado. -Porque no sabía que yo te importara de verdad.-¡Claro que me importas, cabeza de chorlito! -repone, mirándome con sus ojos oscuros e intimidantes, pero con un leve brillo afectuoso en el fondo -Sino no estaría aquí.-Ya pero...Nerea resopla. La conozco lo suficiente como para saber que no le gusta hacer alarde de sus sentimientos, es reservada y en parte envidio su frialdad. Pero al parecer tiene su corazoncito. -Tú me ayudaste cuando pasó lo de... Bueno, lo del embarazo -murmura -No tenías por qué haber cuidado de mí, ni Hana tampoco pero lo hicisteis. Me ayudasteis a salir del hoyo, y aunque parezca que no me doy cuenta, lo hago y lo aprecio. Escuchando las dulces palabras de Nerea, mi barbilla comienza a temblar.-Nerea... ¿Puedo abrazarte? -le pregunto.-No sé por qué me lo preguntas, siempre lo haces sin avisar.Yo la abrazo y ella me rodea con sus finos brazos, al menos hasta que localiza nuestras maletas en la cinta transportadora. -Bien, vamos al hotel -dice -Estoy agotada.Para mi propia sorpresa, nada más llegar a la habitación me acuesto en la cama y me duermo al instante. La luz del día me despierta ocho horas después. En la cama de Nerea, sobre el edredón de estampado floral, hay una nota. “He bajado a desayunar”Con los ojos todavía entrecerrados, me visto y me dirijo al comedor donde hay una mesa de buffet con un desayuno variado. Tostadas, bacon, huevos... Zumo, café... Mi estómago ruge de forma insistente y busco a Nerea entre los comensales. No tardo en encontrarla, sentada en una mesa y acompañada por dos chicos.¡No me lo puedo creer! No llevamos ni un día en Estados Unidos y mi descarada amiga ya ha ligado con un par de tipos que podrían ser modelos de catálogo. Mientras me acerco no puedo dejar de admirarlos. Uno es muy alto, rubio y con brillantes ojos celestes. Lleva una gorra de baseball y una gran camiseta de algún equipo que desconozco. El otro es más bajo pero aún así atlético, de pelo castaño, ojos oscuros y sombra de barba en el mentón. Ambos son guapos a rabiar. -Buenos días -saludo tímidamente. Los dos chicos y mi amiga se vuelven para mirarme. -Hola -responde Nerea. Acto seguido, me presenta a sus amigos en inglés.-Nice to meet you, Sarah -dice el moreno. Yo me quedo muda y le dedico una sonrisa nerviosa. -Estos son Liam y Matthew -me explica Nerea -Son de Georgia y han venido para ver un partido de baseball que parece importante. Les explicaba que estamos de vacaciones. -Pero no estamos de vacaciones -replico. -Sí lo estamos, yo lo estoy -declara -Y nos han invitado a ir con ellos al partido.-No, gracias -murmuro, sentándome a la mesa. La verdad es que ya no tengo hambre.-Sorry guys, my friend is shy -dice Nerea a sus acompañantes -She has things to do this afternoon, and needs my help. But I'll be free by 7 p.m.-That's perfect -responde el rubio alto -We'll meet at the hall.-All right, see you later.Incapaz de seguir su conversación, me abstraigo recorriendo con un dedo las líneas del bordado del mantel. Cuando por fin se despiden y los dos chicos se marchan, Nerea se vuelve hacia mí.-¡Que aguafiestas eres! -declara -Sé que has venido únicamente por Abel, pero no te cuesta nada ser amable con esos dos bombones americanos. Pienso hincar el diente a alguno esta noche.-Nerea, contrólate -le digo -Estás embarazada de dos meses.En ese momento, mi amiga me lanza una mirada cortante llena de furia.-¡Precisamente por eso, Sara! -repone -Dentro de poco empezará a notarse, y cuando nazca tendré que olvidarme de todo lo que es divertido. Mi vida se reducirá al trabajo y a cuidar de mi hijo y es posible que nunca encuentre un hombre que merezca la pena. -No será para tanto.-Sí lo será. No volveré a salir de copas en muchos años, no volveré a echar un polvo. ¿Sabes lo que es eso para mí?Su franqueza me deja desarmada. No lo había visto de esa manera pero pensándolo bien, ella tiene razón. Quizá podría relajarme un poco, no depender tanto de ella y dejar que se divierta con esos chicos.-Está bien, no te pondré pegas -accedo finalmente -Pero ten cuidado.Nerea me sonríe con picardía. -Tranquila, sé cuidarme bien.Desayunamos hablando de temas diferentes y cuando terminamos comprendo que es hora de enfrentar la realidad. Nerea examina un mapa de la ciudad que ha adquirido en la recepción del hotel mientras trata de dar con la dirección que nos proporcionó la anciana casera de Abel. Yo, por mi parte, trato de mantener los nervios a raya. Al parecer tenemos que cruzar media ciudad en transporte público para llegar al lugar indicado. Los autobuses grises que recorren la ciudad me parecen extraños, destartalados y llenos de gente de lo más curiosa. Durante nuestro camino, no puedo dejar de impresionarme con el gran control de la situación que ejerce Nerea. Parece moverse como un pez en el agua, de forma confiada y tranquila, como si hubiese estado en Chicago mil veces antes. Interiormente admito que me gustaría tener esa gran habilidad para adaptarme a tan diversas circunstancias. Gracias a ella, en tan solo una hora llegamos a la calle que Abel escribió en ese papel. Es una avenida no demasiado transitada con edificios de media altura a ambos lados. No parece en realidad la dirección de una casa, sino más bien de una oficina. Efectivamente, hemos llegado al despacho de su hermana. “Barnon & associates” dice la placa. Ambas deducimos que con “asociados” se refiere a la hermana de Abel. Nerea no duda en abrir la puerta y dirigirse sin más a la recepción. Yo la sigo, tratando de esforzarme para no temblar.Una chica impecablemente vestida con un traje de chaqueta nos atiende tras un mostrador pequeño pero organizado. -Can I help you, ladies? -dice.-I'm looking for a spanish girl that works here, she's an attorney -declara Nerea.-I guess you're talking about Mónica.-Yes, I'd like to speak to her.-I'm sorry but she's not here. She took some days off, cause of the wedding.Las cejas de Nerea expresan sorpresa y mi estómago se encoge, ya que no entiendo ni una palabra de la conversación. -¿The wedding?-I though you knew. She's getting married, this wednesday.-Can you tell me where's the wedding taking place?-Well... I don't know.-Please, this is not about Mónica, the person we're truly looking for is her brother, we just need to see him.-¿Abel? -inquiere la secretaria. No hay duda, ha dicho su nombre y yo me pongo tensa.-That's it.-He's working here today -replica la chica, con expresión confusa -But he went out for lunch five minutes ago. He use to have lunch in a restaurant at the end of the street. It's called “Sunbell Caffe”-Thank you -se despide Nerea, y acto seguido me coge de la mano y me arrastra de nuevo a la calle.-¿Qué ha pasado? -quiero saber, aturdida.-La hermana de Abel, Mónica, no está porque va a casarse este miércoles. La secretaria no ha querido decirme dónde se va a celebrar la boda pero me ha dicho que Abel trabaja aquí, en el despacho, aunque ha salido hace cinco minutos para comer en un restaurante que se llama Sunbell Caffe y que está al final de la calle -explica ella. -¿Y vamos al restaurante? -¡Pues claro que vamos!Tardamos pocos minutos en encontrar el sitio pero, aunque Nerea está dispuesta a entrar en el local como un torbellino, yo necesito tranquilizarme y organizar mis ideas antes de enfrentarme a Abel. Mi amiga espera con impaciencia frente a la puerta mientras yo respiro hondo, al menos hasta que mis ojos topan con algo a través del ventanal de la cafetería. En ese momento, mi respiración se corta. Es Abel, sin duda. Está ahí sentado, más guapo que nunca. No lleva gafas y definitivamente ha cambiado su vestuario de forma positiva. Sonríe, parece alegre y charla con alguien. Necesito moverme apenas un milímetro a la derecha para que una columna deje de ocultarme al misterioso acompañante de Abel. No me sorprende descubrir que se trata una chica, una americana rubia preciosa que se está riendo con él, mostrando una blanca y brillante dentadura y mirándole con unos ojos verdes y hermosos.De pronto tengo una extraña sensación de deja vú. Imagino que esa es la misma imagen que alguna vez dimos él y yo a quien nos observase mientras comíamos en los descansos del trabajo, mientras nos conocíamos y nos enamorábamos. Todo aquello pasó hace unos meses pero ahora se me antoja muy lejano, como si perteneciese a otra vida. Sí, parece que Abel ha conseguido sustituir su ciudad, su trabajo e incluso a mí. Ha sustituido su vida entera, y lo peor de todo es que parece feliz con el cambio. ¿Quien soy yo para evitarlo? ¿Por qué habría de obligarle a volver?-Vámonos -le digo a Nerea, y mi voz suena extrañamente serena. -¿Qué dices? ¡Estás loca! -No, no... Creo que irme es lo más sensato que puedo hacer ahora mismo. -replico.-No puedo creer lo que estoy escuchando -exclama ella.-Fíjate bien, Nerea -le digo, señalando a Abel a través del cristal -Es feliz. No está llorando por las esquinas como hacía yo, no está trabajando en un antro, no está rodeado por un halo depresivo como estaba yo. Ha pasado página, y yo debería hacer lo mismo.-Sara, sabes perfectamente que casi siempre las apariencias engañan.-No creo que engañen ahora -repongo -Y está bien. Yo me voy, si quieres venir conmigo, adelante. Sino, me iré sola al hotel. -¿Para qué? ¿Para meterte en la cama y volver a hundirte?-Tal vez... He dicho que pasaré página, y lo haré, aunque me cueste.Sin añadir ni una palabra más, me doy la vuelta y comienzo a caminar no sé muy bien en qué dirección. Finalmente, Nerea me sigue.