CAPÍTULO 21
La Boda
Lo siento nada más verlo...Habría reconocido a Abel en cualquier parte, aún de espaldas. No importa cuánta gente haya a su alrededor, ni que lleve un esmoquin que yo nunca le he visto. Su figura, su cabello negro como la noche y las sensaciones que su presencia despierta en mí... Son inconfundibles. -Hermanito -lo llama Mónica, y yo me preparo para enfrentar su mirada, esos ojos que ya nunca podré olvidar.Y ahí están, tan vivos, tan azules como la última vez que los vi. Sin embargo ahora no hay frialdad en ellos, sólo sorpresa. Un completo y profundo asombro.
-Sa...Sara -masculla. Su voz hace que una corriente eléctrica recorra mi piel.No soy capaz de decir nada, me quedo ahí de pie, tratando de no desmoronarme mientras Mónica se lleva consigo, hacia la playa, a todos los invitados para dejarnos solos.-No me puedo creer que estés aquí -dice y, casi como si temiese que me fuera a escapar, se acerca lentamente a mí.Cuando sus dedos rozan por fin mi mejilla, expiro todo el aire de mis pulmones. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo estaba reteniendo. Es casi un sueño ser consciente de cómo esa simple caricia se convierte por fin en el tan ansiado abrazo que deseaba, y mis manos reaccionan alzándose hasta rodear su cintura.Lo recuerdo... Recuerdo su olor familiar y la forma en que nuestros cuerpos se adaptan. Sigue igual, es el mismo, y yo también soy la misma. Y lo sigo amando sin reservas, no importa cuántas veces ni con cuánto ímpetu intente mentirme a mí misma. No importa la fuerza con la que intente convencerme de que puedo vivir sin él. No puedo. -Te he echado tanto de menos -murmura contra mi pelo, y yo lloro de nuevo.-Perdóname -sollozo -Lo siento tanto... Soy un desastre, un completo desastre. -No, yo tengo la culpa -replica con dulzura -No debí irme así, es que...Y entonces recuerdo lo más importante de todo. Lo que he venido a decirle. Me aparto de él con brusquedad y rebusco en mi bolso hasta dar con mi móvil. Pongo el vídeo de Pablo en reproducción y se lo entrego.-¿Qué es esto? -quiere saber.-No pasó nada entre Pablo y yo -declaro ansiosa -No hice nada con él porque te quiero a ti y siempre te he querido a ti. Ésta es la prueba. Abel me mira y detiene el vídeo. -No necesito pruebas, Sara -dice -Ya cometí el error de sacar conclusiones precipitadas antes, y he aprendido. Sin querer, suelto una carcajada. -Pues aprendes mucho más rápido que yo -sentencio. Él sonríe.-Lo único que importa es que estás aquí -dice, volviendo a acercarse, estrechándome de nuevo entre sus brazos -Me parece increíble que hayas venido.-He venido. Tenía que venir.Entonces él se aleja lo suficiente como para mirarme a los ojos y coger mi barbilla.-Vamos a olvidar todo esto -propone -Volveremos y empezaremos de nuevo ¿De acuerdo?-Sí, sí -accedo.-Te quiero -declara, y a mí se me encoge el corazón.-Y yo te quiero a ti -aseguro, alzando los brazos para hacerle inclinarse.A pesar de habernos besado tantas veces antes, ese beso parece nuevo. Su boca desciende hasta la mía, uniéndose como dos piezas de un mecanismo creadas exclusivamente para encajar. Casi parece imposible separarnos algún día, porque por más que lo intento, soy incapaz de dejar de besarle, y él parece hallarse en mi misma situación. Su manos recorren mi espalda, se enredan en mi pelo y se posan en mi cintura en un intento de acercarnos más, aunque eso sea imposible. Las mías, por su parte, se pasean por sus hombros y su cuello tratando de evitar cualquier intento de alejamiento. Jamás nadie me había besado así, con tanta pasión, como si en cualquier momento, pudiera desaparecer y quisiera memorizar cada centímetro, cada sensación, cada sabor...-¿Falta alguien? -oímos que exclaman desde la playa -¡La ceremonia va a empezar!A regañadientes, permitimos que nuestras bocas se separen, aunque seguimos abrazados y con la respiración agitada. -Creo que debo ir -declara.-Si tú vas, yo también voy -repongo -No pienso perderte de vista ni un minuto.Abel responde con una suave carcajada que acelera mi corazón todavía más y me coge de la mano para caminar juntos hasta el escenario más bonito que he visto nunca. En medio de la gruesa arena de la orilla del lago hay una gran plataforma de madera. Sobre ella casi un centenar de sillas adornadas con cintas y flores, todas situadas de modo que los invitados puedan ver el gran arco de rosas blancas y rosas que está colocado justo frente al horizonte de agua azulada. La primavera está en su máximo esplendor y el clima es excelente. No hace calor ni frío, y una suave brisa recorre la playa.Definitivamente, si alguna vez me caso (con Abel, por supuesto) quiero una ceremonia igual que esta.-¿Es ese tu cuñado? -inquiero al distinguir junto al arco al novio, un americano alto y rubio como tantos, pero con aspecto agradable y una amplia sonrisa blanquísima.Abel asiente.-Se llama Charlie Barnon, es el hijo del socio de mi hermana. Es majo -me explica. -¿No eres tú el padrino?-No, es un amigo suyo -responde señalando al pelirrojo que está de pie junto al novio.Sin soltarnos las manos, Abel y yo nos sentamos en primera fila. Algunas de las personas que nos rodean me miran con curiosidad. Supongo que se preguntan quién demonios soy y por qué agarro el brazo de Abel como si me fuese la vida en ello. Yo les sonrío.Entonces un hombre mayor con un espeso bigote se levanta y saca algo de un estuche negro. Un violín. Sin más, comienza a tocar una melodía nupcial que reconozco y, una a una, las tres damas de honor de Mónica desfilan entre las sillas con unos preciosos vestidos rosados. Al instante reconozco a la primera. Es la rubia que vi sentada en aquel restaurante y riéndose coquetamente con Abel.Sin querer, le aprieto el brazo con demasiada fuerza. -¿Qué pasa? -inquiere.-Na...Nada -miento.Él frunce el ceño y me lanza una analítica mirada que me obliga a decir la verdad.-Te vi con esa chica el otro día comiendo en un restaurante -declaro -Y pensé que estaba tonteando contigo. Por eso me marché sin decirte nada.-Un momento... ¿Viniste a verme al despacho? -pregunta desconcertado.-Sí, fue el primer sitio al que fui. Tu casera me dio la dirección.Poco a poco, su expresión atónita se transforma en una divertida mueca.-Vas a tener que aprender a dejar de montarte tus propias películas en esa cabecita loca que tienes -dice -Esa chica es Lucy, es amiga de mi hermana y está casada con el pelirrojo, el padrino. Es de Texas y habla un poco de español, por eso me llevo bien con ella, eso es todo.-Ah...Por fin aparece la novia y todos los invitados nos levantamos.-Lo siento, ya te he dicho que soy un desastre -murmuro avergonzada.Abel se inclina y me besa brevemente en los labios.-Puede ser... Pero eres mi desastre.Mónica nos dedica una radiante sonrisa al pasar junto a nosotros y, finalmente se coloca al lado de su prometido, el simpático rubio. La ceremonia se sucede a la perfección, aunque yo soy incapaz de entender una sola palabra. Cuando los contrayentes expresan sus votos, a mi alrededor las mujeres suspiran y lagrimean, de modo que imagino que han dicho algo realmente romántico, pero no he sido capaz de comprender nada. Finalmente, el sacerdote dice algo y Mónica besa a su marido. Todo el mundo se levanta y aplaude, yo los imito. Unos pocos lanzan arroz a la pareja -deduzco su origen español o al menos el conocimiento de la tradición- y, tras unas cuantas fotografías, todos volvemos a la arboleda donde alguien ha montado una gran carpa llena de flores y cintas con mesas redondas y un largo mostrador lleno de comida estilo buffet.Abel me arrastra, para mi sorpresa, a la mesa principal y desde allí veo a Nerea y a sus amigos americanos tomando asiento en otra no muy alejada. -Veo que habéis hecho las paces -dice la femenina voz de Mónica a mi lado, haciéndome dar un respingo a causa de la sorpresa. -Sí... Gracias -balbuceo -Y enhorabuena, ha sido una boda preciosa.-Me alegra que estés aquí -declara, y entonces se acerca para besar a su hermano en la mejilla y susurrarle algo al oído. Abel se ríe.-¿Qué? -quiero saber.-Me parece que le caes bien -aventura él.La comida y los brindis transcurren sin imprevistos y cuando el sol comienza a caer, estoy tan llena y achispada a causa del vino que ya apenas soy consciente de lo extraño de la situación. La bizarra manera en que he terminado en una boda a orillas del lago Michigan en Chicago deja de importarme, ya solo pienso en lo feliz que me siento. A mi lado, Abel charla animadamente con el pelirrojo padrino, aunque se vuelve hacia mí cada pocos minutos. Me coge la mano, me besa en la frente, en los labios, acaricia mi pelo. Es como si necesitara cercionarse constantemente de que mi presencia es real. Y lo comprendo, yo hago lo mismo. Casi no puedo creer en mi suerte. ¡Lo he recuperado!En ese momento me da por pensar en qué dirán mis lectores cuando escriba todo esto, lo que me lleva automáticamente a recordar el blog y el hecho de haber descubierto que Abel sabía de su existencia. -Ven -le digo -Tenemos que hablar.Él me mira confuso, pero pronto accede.-Demos un paseo.Nos alejamos juntos de la carpa y, tras dejar los zapatos junto a los últimos árboles, caminamos descalzos por la arena oscura y terrosa de la playa. No es igual que la de la costa marítima, pero es agradable. El paisaje que nos rodea es una de las vistas más hermosas que he contemplado nunca. El cielo se tiñe poco a poco de rosa y malva, al igual que el agua, conforme se acerca la noche.-¿De qué quieres hablar? -inquiere él, y parece preocupado.-¿Cuánto hace que sabías lo del blog? -le pregunto.-Eh... -le ha pillado de improviso, puedo verlo.-Tranquilo, no estoy enfadada -le aseguro -Sólo quiero saberlo.-Desde el principio -revela -Al comienzo no sabía que eras tú, pero lo descubrí cuando contaste lo que nos pasó en el ascensor. ¡Dios mío! ¿Cuántas probabilidades reales había? -Fue entonces cuando empezamos a ser amigos -recuerdo -¿Te acercaste a mí por eso?Abel hace una mueca.-Bueno, mentiría si dijera que no. Pero lo cierto es que siempre me gustaste, lo del ascensor fue sólo una excusa. Y me alegro de que pasara, de otro modo quizás nunca hubiera tenido el motivo que necesitaba para hablar contigo.-Podías haber hablado conmigo simplemente porque sí.-Venga ya, Sara. No es que yo sea el tipo más confiado del mundo -bromea -Nunca se me ha dado bien hablar con chicas.-Creo que no eres consciente de lo que eres capaz de hacer, aún sin proponértelo.-¡Mira quién habla! -ríe él.Durante un minuto, permanecemos en silencio, hasta que se me ocurre algo.-¿Cuál era tu nombre? -le pregunto.-¿Mi nombre?-En el blog -aclaro -Tu nombre para comentar.A la luz mortecina del atardecer, compruebo que Abel se sonroja.-Era Pitágoras28 -dice.-Lo recuerdo...-Pero ya hace mucho que no lo uso -se apresura a añadir -Dejé de leerlo cuando empezamos a salir, no me parecía bien, pero hace poco sentí que tenía que volver a entrar, no sé explicarlo, fue como... instinto. Y entonces vi el mensaje que había dejado tu amiga Hana y supe que tenía que volver. No me importaba nada de lo que hubiera pasado, ni siquiera lo de ese tipo, Pablo... -No pasó nada con Pablo -insisto.-Me da igual, Sara -interrumpe él.-Pero te marchaste por eso.-Nunca debí irme, fue un error, un impulso... -dice -Creí que estar lejos me ayudaría pero no fue así. Cuando quieres a alguien, no hay nada que hacer, es así y ya está.-Y que lo digas...Ambos reímos y volvemos a besarnos, y parece que toda la angustia y el dolor al final han merecido la pena. Eso que dicen es cierto, no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Y al menos yo he tenido la suerte de recuperarlo.De pronto, el sonido de la música procedente de la carpa nos interrumpe. La hora del baile ha comenzado y Abel y yo regresamos. El resto de la velada la pasamos bebiendo combinados, riendo de bromas y bailando al son de las canciones de moda, a manos de un DJ. Al final, Mónica y su flamante nuevo esposo se despiden de todos los invitados y se alejan en un coche blanco, rumbo a su viaje de novios en Bali. Poco a poco todos los asistentes comienzan a irse en parejas, en grupos y en solitario. Entonces veo que Nerea y sus amigos se disponen a marchar y trato de unirme a ellos, pero Abel me retiene.-¿A dónde crees que vas? -pregunta.-Al hotel -respondo.-De eso nada -replica él, con una sonrisa tan arrebatadora que me aturde un poco -Tú vas a venir conmigo. Has dicho que no querías perderme de vista, ¿No es así?Y tiene razón, de modo que asiento y le sigo hasta un coche oscuro y grande, marca crysler. -Es de mi hermana -informa.Apenas son las doce de la noche cuando llegamos a un pequeño unifamiliar con un diminuto pero bien arreglado jardín al frente. Es la típica casa americana situada en un céntrico barrio de ciudad. -¡Qué bonita! -exclamo al ver el interior -Debe irles bien en el trabajo.-Charlie, el novio, es arquitecto y bastante reconocido por aquí -explica Abel -No les va mal.-Hablando de trabajos.¿Qué pasó con el tuyo?-Dimití mucho antes de irme -me explica -Tenías razón, el jefe era un tirano, y además corrupto. Descubrí que había estado cogiendo dinero de la empresa y quiso sobornarme para que no dijera nada.-¿Y lo hiciste? -quiero saber.-No, no dije nada, simplemente me marché -declara -Tenía que haberlo denunciado, pero no estaba de humor para meterme en líos. Quizá lo haga ahora...-Bueno, pero no tienes que decidir nada ahora mismo -observo, acercándome a él, besándole suavemente en los labios -¿Verdad?-Verdad -contesta Abel, respondiendo a mi beso con ardor.-¿Dónde duermes? -Arriba...Sin mediar ni una sola palabra más, Abel me guía escaleras arriba hasta su habitación. Está prácticamente vacía y una maleta llena de ropa descansa en un rincón. Está claro que pensaba volver a España en pocos días, y pensar en eso me emociona. Me vuelvo entonces hacia él y le beso de nuevo con pasión. No tardamos mucho en deshacernos de nuestra ropa y meternos entre las sábanas. En esa noche, entre sus brazos, por fin vuelvo a sentirme feliz y completa; y me prometo a mí misma que, cueste lo que cueste, no meteré la pata otra vez.