Para poder elegir un personaje de esta historia y postularlo como miembro de nuestra galería de héroes tristes y cansados, es necesario primero saber quién es quién, y quién hace qué. Usted dirá que soy torpe, mal lector, con más pasión que entendimiento, pero créame que, enumerar, distinguir, e incluso ambas cosas, no es una tarea sencilla. Escucho propuestas.
Siendo yo un lector esforzado y amable, usted podría sugerirme que vaya una noche de estas hasta el Tropicana, a tomar notas, hasta completar un determinado cuestionario. Pues bien, imagine que tomo el block de notas, pongo la fecha en el margen derecho y dejo una modesta sangría en el margen izquierdo. Escribo: ¿Quién canta boleros? ¿Quién saca fotos? ¿Quién canta rumbas? ¿Quién escribe los artículos periodísticos? ¿Quién sirve los tragos? ¿Quién toca el bongó? ¿Quién es el gigoló? ¿Quiénes son los debutantes? ¿Quién es ese italiano? ¿Quién no está borracho? ¿Quién está enamorado? ¿Quién llora? ¿Quién traiciona? ¿Quién es traicionado?...
O mejor aún. Usted podría sugerirme que tomara el block de notas anterior y que, en una hoja en blanco, o no necesariamente en blanco, escribiera dos listas; una, con los nombres de los personajes, y la otra, con los oficios; luego, obviamente, restaría el simple paso de unir nombres con oficios. Escucho su voz capciosa recordándome la posibilidad de que haya algún personaje con más de un oficio, y el mismo oficio para más de un personaje. Otra vez, le hago caso, y anoto los nombres en la primera lista: Cuba Vanegas, Magdalena Cruz, Livia, Beba Longorio, Estrella Rodríguez, Laura Díaz, Sergio Ribot "Eribó", Bustrófedon, Silvestre Isla, Arsenio Cue…
Alto. ¿No son suficientes nombres ya en esa lista? Pues no, son más, algunos más. Incluso hay personajes que no tienen nombre. ¿Cómo es eso? Sí, así como le digo. Son personajes que aparecen y dicen alguna cosa en cubano, o en inglés, o en cubinglish, y luego, desaparecen… ¿Desaparecen? Bueno, yo creo que desaparecen, porque el nuevo fragmento narrativo tiene otro estilo, o poco que ver con el anterior fragmento, como si fuera de otro narrador, ¿entiende? No es mala voluntad, conste que hice lo que me pidió. De hecho, estaba en lo de escribir la lista de nombres, ¿recuerda? Bien, siendo así, ya que enumerar los personajes es complicado, ¿por qué mejor no los cuenta? ¿Sabe, al menos, cuántos personajes son? Quizás, más de once, o exactamente once. No lo recuerdo o lo recuerdo vagamente. Lo único que sé, con certeza, es que aún estoy lejos de acercarme al número exacto y mucho más lejos de saber quién es quién.
Vamos a ver si organizamos un poco esta vaina. ¿Hay tres tigres? Tigres, tigres, de esos de rayas y uñas, no, pero sí. ¿Sí o no? Sí. ¿Y sabe quiénes son? ¿Están anotados en su lista? Sí, los anoté. Los tigres son Arsenio Cué, Silvestre Isla y Códac. Discúlpeme, pero a Códac no lo veo anotado en la lista. ¿Por qué no lo anotó? Porque usted me dijo “Alto”, antes de que terminara de escribir la lista. ¿Quiere que lo anote? No, ya no es necesario. Me imagino que ellos están tristes, por algo se llama Tres tristes tigres. Para mí, no son tigres, así que no tienen que estar necesariamente tristes, no sé, digo.
¿Y quién es ese tal Códac? Pues…, es el fotógrafo. ¿Fotógrafo del Tropicana? No, fotógrafo de fotos, en general, y en particular, de mujeres, supongo. Es el amigo de Cuba Vanegas y de Estrella Rodríguez. Déjeme ver… A ellas sí las anotó en la lista. ¿Quién es Estrella Rodríguez? Es la que canta boleros. ¿Y Cuba Vanegas? También canta boleros, pero una, con música; con orquesta, quiero decir; en cambio, la otra, no. Ambas son debutantes. ¿Y a usted cuál le gusta más? ¿En qué sentido me lo pregunta? En el sentido artístico y… en el otro sentido. En un sentido, me gusta Estrella; y en el otro, me gusta la otra. ¿En qué sentido le gusta Estrella? En el artístico. ¿Por qué? Porque canta boleros. ¿Pero no me dijo que las dos cantaban boleros? Sí, las dos, pero me gusta más Estrella… en el sentido artístico, ¿qué tiene eso de malo?
«… comenzó a cantar una canción desconocida, nueva, que salía de su pecho, de sus dos enormes tetas, de su barriga de barril, de aquel cuerpo monstruoso, y apenas me dejó acordarme del cuento de la ballena que cantó en la ópera, porque ponía algo más que el falso, azucarado, sentimental, fingido sentimiento en la canción, nada de la bobería amelcochada, del sentimiento comercialmente fabricado del feeling, sino verdadero sentimiento y su voz salía suave, pastosa, líquida, con aceite ahora, una voz coloidal que fluía de todo su cuerpo como el plasma de su voz y de pronto me estremecí […] …se quedaba en el aire y daba unos pasillos raros, largos, con su cuerpo tremendo y alargaba una pierna sepia, tierra ahora, chocolate ahora, canela ahora, café ahora, café con leche ahora, miel ahora, brillante por el sudor, tersa por el baile[…]».Si Códac busca mujeres, ¿puede decirme qué buscan los otros dos tigres? Casi todos los hombres buscan mujeres. Comprendo, pero me refiero a la búsqueda dentro de la novela. Sergio Ribot "Eribó" es el bongosero, y quiere sublimarse en el sonido; a veces, sueña que vuela, literalmente, mientras toca. Estoy confundido, ¿no me dijo que los tigres eran Arsenio Cué, Silvestre Isla y Códac? Sí. ¿Y qué tiene que ver el bongosero? Es uno de la pandilla, y está en la búsqueda esencial del sonido o del sonido esencial. No sé muy bien, ya le dije. Respecto de Silvestre, es el memorioso, no quiere olvidar, es como el alter ego, que copia para que quede huella. Siempre hay algún memorioso en los grupos. En cuanto a Cué, no sé muy bien, es el matemático del grupo, un lúdico, un cazador de azares, un alquimista, que transforma el juego de la charada en un arte. También está Bustrófedon, que busca sublimarse a través de la palabra, es un trashumante de diccionarios y de recursos lingüísticos, un jugador del albur y del calambur.
¿Y cómo es posible que, entre tantos personajes tristes, no le resulte fácil elegir un personaje para su galería de héroes tristes? Sé que suena paradójico, esdrújulo, pero así es. Cada personaje, como le decía, se presenta fragmentado. Cada uno es descrito por otro u otros. Cada uno da versiones distintas de la misma persona y, así, no me resulta fácil armar una idea sólida de los tristes héroes y de su pandilla. Apenas pude obtener una idea sobre la noche habanera, y eso también es relativo, porque la noche va del atardecer al alba, ¿comprende?
Creo que, finalmente, elegiré la ciudad de La Habana como la protagonista de esta historia, aunque es probable que, la elección, a usted le resulte decepcionante. Después de unir los fragmentos un poco atemporales y discrepantes, noto que la imagen emergente en el rompecabezas es La Habana. Cuando digo La Habana, también quiero decir la nostalgia, a veces; la noche, siempre, hasta el alba; el bolero, siempre; la charada, a veces; la encrucijada, siempre; la traición, a veces; el sexo, siempre; el daiquiri, siempre…
Siempre, nunca, a veces,... siempre es lo mismo, usted nunca se juega. No tenemos espacio en la galería para poner una ciudad. ¿No puede ser más específico? Puedo, pero no sé si quiero. Quiera, por favor. Está bien, elijo una esquina, elijo la intersección de la 12 y la 23.
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La esquina de la muerte
«… Un café en 12 y 23, al alba, amaneciendo, el aire de la mañana y del Malecón en la cara, golpeando con mis sentidos y la velocidad (lo que tiene de embriagador la velocidad es que convierte un acto físico en experiencia metafísica: la velocidad transforma el tiempo en espacio —yo, Silvestre, le dije que el cine transforma el espacio en tiempo y Cué me respondió, Ésa es otra experiencia más allá de la física), la velocidad, yo mismo, pegado de frente y de perfil a esa aura mañanera, el estómago vacío y el cansancio haciéndote conciente del cuerpo, con la feliz lucidez del insomnio por delante y por detrás una noche, una-noche-toda-de-murmullos-y-de-música- de-fondo, grabando, es entonces que el café —un simple café de tres centavos— negro, solo, tomado cuando El Flaco, esa sola sombra larga, deja su guardia nocturna, después de haber escandalizado a los noctámbulos, a los obreros que van temprano al trabajo, a los serenos fatigados, a las putas mojadas por el rocío y por el semen, a todos ellos, a la fauna del zoológico nocturno que está a las puertas del cementerio de Colón, a esos, con Chaicovski o con Prokoffiev o con Stravinski (y dejen que su melomanía llegue a Webern y Schoenberg […]»