Definitivamente, estamos ante el primer gran trabajo de Genesis. Quizá no llegue a la altura del posterior Nursery Cryme, pero Trespass es el anuncio inequívoco de que la banda llegaría a ser grande, muy grande.
Aún sin Collins a la batería ni Hackett a las guitarras -dos pilares fundamentales en su formación clásica-, Genesis consigue introducirnos en ese mundo particular al que sólo se puede viajar de la mano de Peter Gabriel y los suyos, donde el portal de los sueños se abre para dejar paso a toda la majestuosidad de una música teatral, grandilocuente y surrealista que, aun después de los años y las décadas, sigue siendo una de las grandes maravillas que ha parido el Rock Progresivo.
La sensación de que Genesis ya era demasiado grande para un batería como John Mayhew, así como el pánico escénico que padecía Anthony Phillips, dieron paso a que la banda fichara, respectivamente, a Phil Collins y a Steve Hackett para sustituirles, dando lugar a lo que todos conocemos: la mejor época de una de las mejores bandas de Rock Progresivo de la historia. Aun con todo, el trabajo que aquí hacen los dos músicos salientes es soberbio.
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