¡Tricampeones!

Publicado el 02 julio 2012 por Jmbigas @jmbigas
Para cualquier aficionado a ver buenos partidos de fútbol, este domingo fue, sin ninguna duda, una gozada el asistir al encuentro entre España e Italia, de la Final de la Eurocopa 2012. Si algo tiene de atractivo el fútbol es que se trata de un deporte con una cierta dosis de azar y suerte. Esto significa que no siempre gana el que mejor jugó, que los dos equipos que saltan al campo empiezan cero a cero y lo tienen que demostrar todo en el terreno de juego, no importa la historia que puedan llevar encima. También significa que gana el equipo que marca más goles, y a veces los goles son accidentes o fruto de un despiste puntual.

(Autor: Carmelo Rubio; Fuente: RFEF)

Sin embargo, cuando se ve uno de esos (raros) partidos en que el que mejor juega gana con diferencia y además convence con su juego y hace disfrutar al público, entonces la satisfacción ya es completa, y se ha alcanzado el cenit de este deporte que a tantas masas atrae. Este domingo, el partido empezaba con posibilidades del 50% para cada uno de los dos equipos. Italia venía de un partido brillante en las semifinales, en que eliminó a la todopoderosa Alemania, mientras que España había brindado destellos de muy buen juego (contra Irlanda especialmente, una selección menor, de todos modos), pero que tuvo problemas en las semifinales. No se consiguió pasar del empate a cero contra Portugal, y sólo gracias a la lotería de los penalties fue que España alcanzara la final que se jugó este domingo. Sin embargo, tras el silbato del árbitro (como en toda la Eurocopa, precedido de la vistosa cuenta atrás en las pantallas gigantes del estadio), ya se vio que los dos equipos ayer no estaban igualados. España pronto demostró que tenía capacidad defensiva (y no sólo por los excelentes defensas que jugaron ayer, y que ya lo habían hecho en los partidos precedentes) para desmontar el juego de ataque de los italianos. El poderoso Balotelli se vio anulado por un Sergio Ramos muy inspirado y atento. Y, alguna vez que llegaron a la puerta española, bajo los palos estaba un Iker milagroso, que parece atraer todos los balones y que, además, es el capitán indiscutido de la selección, a la que ha impregnado de su bonhomía. Y en el centro del campo empezó a desarrollarse la magia del juego del fútbol. Xavi, que había estado algo mustio en los partidos previos, ayer estuvo en lo más alto de su genialidad, pensando e identificando en todo momento las mejores jugadas, y ejecutando los pases con total precisión. Iniesta, que ya ha sido proclamado por la UEFA como Mejor Jugador de la Eurocopa, estuvo muy travieso, como en él es habitual, y sembró la confusión y la impotencia en la defensa italiana. Cesc Fàbregas, que ayer volvió a jugar de falso 9, recibió un balón medido y supo deshacerse lo suficiente de su marcador como para ponerle un balón que olía a gol en la cabeza de Silva, que la empujó con sabiduría lejos de Buffon, y marcó el primero. Poco después, una nueva maravilla. Jordi Alba, ese lateral novato en la selección que ha debutado en esta Eurocopa, y que ya ha demostrado de lo mucho que es capaz, identificó un pasillo de desmarque y se recorrió el campo entero, para estar en posición correcta, exactamente en el lugar donde Xavi le colocó otro balón de terciopelo, que controló con sabiduría y que empotró en la red de los italianos. 2-0 mediada la primera parte. Nadie esperaba que el partido se nos pusiera tan de cara, y mucho menos los italianos, que ya estaban sumidos en la confusión de su propia impotencia. Prandelli agotó los cambios muy pronto, intentando encontrar un remedio válido a la manifiesta superioridad de los españoles en el campo. Pero no obtuvo mucho éxito. Irse al descanso con un 2-0 a favor era algo inaudito, y garantizaba una final con muchos menos nervios de lo que podía haberse previsto. En la segunda parte, Italia metió en el campo a Thiago Motta, como último recurso. Pero en una jugada sin nada especial, se rompió (una mala posición le provocó, sin duda, una ruptura fibrilar severa) y no pudo seguir jugando. Sin posibilidad de más cambios, Italia no tuvo más remedio que afrontar la última parte del encuentro con 10 jugadores. Del Bosque hizo los cambios habituales, pero nada agobiado por tener que buscar alternativas, porque en el campo toda la maquinaria funcionaba a la perfección. Entró el niño Torres, que marcó el tercero en una de sus primeras internadas, ante una Italia que ya estaba desarbolada. A pesar de los pocos minutos que ha jugado en toda la Eurocopa, Torres ha manifestado sus grandes dotes de delantero oportunista, de modo que se ha ganado la Bota de Oro al más goleador. Un poco más tarde entró Mata, que marcó el cuarto gol a pase próximo (y muy generoso) del propio Torres. En resumen, cuatro goles marcados por cuatro jugadores diferentes. Un equipo sólido, que sabe a lo que juega y que, lo que es extremadamente importante para asegurarse la continuidad de los éxitos, sabe enseñar muy rápido a los nuevos jugadores que se van incorporando a la Selección. Mata y el extraordinario Jordi Alba son un buen ejemplo de ello. Enfrente, una Italia que parecía fatigada desde el primer momento, pero que muy pronto se dio cuenta de que poco podía hacer para enfrentarse a un equipo que es una maquinaria perfecta de elaborar fútbol. Un equipo muy experto, que acabó fundido de perseguir espectros, de ser humanos frente a un equipo que a ratos parecía de dibujos animados. Una victoria indiscutible de España, que convenció a propios y extraños de que sabe jugar el mejor fútbol que se ha visto jamás en los campos de este mundo. Este lunes, toda la prensa internacional elogia el juego de la selección española. Una victoria que se une a las de la Eurocopa 2008 y del Mundial 2010, y que ha llevado a España a conseguir lo que nunca nadie había podido conseguir hasta ayer. Con el aplauso, además, de público y crítica. Puyol y Villa, que no han podido participar activamente por sus respectivas lesiones, estuvieron ayer apoyando a sus compañeros en Kiev, pero no quisieron robarles el más mínimo protagonismo a los 23 (alguno incluso sin jugar ni un minuto) que nos han llevado, de nuevo, a la gloria. Mi más sincera enhorabuena a Vicente del Bosque y a todo el equipo, que nos han hecho disfrutar tanto y que han convencido a todo el mundo de que el fútbol también puede ser arte. Algún día, todos los equipos tendrán que jugar así. Pero lo que me parece más importante es que se ha desarrollado un espíritu de equipo, una maquinaria implacable y unos automatismos, que tienen muy buenas probabilidades de poder sobrevivir sin muchos sobresaltos a los inevitables ciclos vitales. Para el próximo Mundial de Brasil, en 2014, tras ver lo que vimos ayer, España se presenta como la mejor candidata a ganar su segundo Mundial consecutivo. Es posible que algunos jugadores ya no lleguen en las condiciones óptimas, pero otros llegarán para mantener a esta Selección como campeona. Si no se rompe la magia, tenemos muchas alegrías por delante. Con la que está cayendo, no cabe sino felicitar sin reservas a la Selección Española y a su seleccionador, que han hecho olvidar a este país, aunque sea por unas horas, la crisis devastadora en la que estamos sumidos. El fútbol, pues, ¿es el opio del pueblo?. Quizá, pero el placer de poder ver un partido como el de ayer no es de este mundo. Y, aunque resulte cruel, ver las lágrimas de un bravucón Balotelli o de un veterano Pirlo no mitiga en absoluto la profunda alegría que nos embarga. Ahora, vacaciones, pero sin dejar de vigilar por el rabillo del ojo el IBEX35 y la prima de riesgo. JMBA