1010 entradas, un número bonito pero que parece ser también el límite de mis ideas. Sé que la medicina da mucho de sí como fuente de anécdotas, el problema es que son cuestiones personales de mis pacientes y, aunque sea de un modo impersonal, no me parece bien divulgarlas. Podría explicar técnicas quirúrgicas y algunos trucos prácticos que he aprendido con la experiencia pero mucho me temo que mi número de lectores caería drásticamente. ¿A quién le interesa saber en qué consiste una cirugía de parótida y cuál es el mejor método, en mi opinión, para encontrar el nervio facial? ¿o cómo se realiza una disección de cuello y qué hacer en la transición de un paso a otro? ¿Quién ha llegado hasta este punto y se está planteando si dejar de leer este post? (les aconsejo leer Paloma en su lugar)
No deseo repetirme en los post y, al igual que en las reuniones, me aterra no saber de qué hablar. Al final es justo eso lo que sucede: no se me ocurre ningún tema de conversación, al menos ninguno medio entretenido, no soy una buena animadora, y si me esfuerzo me convierto en pésima, además de parecer tonta. Afortunadamente el resto del mundo no comparte mi problema aunque, cuando todos hablan a la vez, no estoy segura de que ese don sea una suerte.
El número de miembros del blog es casi una constante. Reconozco el mérito de los que han llegado hasta él por casualidad. Con semejante nombre no se lo puse fácil. Lo que si ha crecido es el número de corresponsales que reciben mi correo mañanero para que desayunen con el post del día. He conseguido que desconecten por la noche el sonido de aviso de mensajes entrantes, nadie desea despertarse a leer nada a esas horas intempestivas. Los que no lo han hecho me tienen incluida en la sección de spam.