El sello Mediatrés recopila la trilogía japonesa de 20th Century Boys en un cuidado estuche con un libreto bastante ilustrativo, con anécdotas, imágenes y una introducción del director del Festival de Sitges. Para todos aquellos seguidores del manga, la cita es ineludible, la edición es bastante buena y no echarán gran cosa en falta; pero para los buscadores de buen cine la decisión no está tan clara.
Unos antiguos amigos de infancia se reúnen después de años sin verse. Todos han oído hablar de una misteriosa secta que está tomando cada vez más importancia en Japón, y resulta que el símbolo que esta usa concuerda con uno que ellos habían dibujado de niños. Haciendo memoria, recuerdan que, como un juego, habían escrito un libreto en el que describían algo similar al fin del mundo, una organización terrorista que actuaba en todo el mundo. Todo lo que habían descrito en este libro de las profecías se empieza a hacer realidad a manos de esta secta; pero entre toda esta destrucción, los chicos habían apuntado también cómo nueve héroes se levantarían contra este Apocalipsis y salvarían el mundo.
Esta trilogía adapta el manga de Naoki Urasawa, el mismo autor de la excelente serie Monster, uno de los mangas más maduros e inteligentes de los últimos años. En cambio, el argumento de 20th Century Boys es bastante más pobre e insustancial, intenta resultar innovadora, fresca y original pero no termina de cuajar. En las películas, encontramos que, efectivamente, se puede intuir de alguna forma baga y lejana el arte de Urasawa, pero prácticamente nada.
El film resulta pretencioso y grandilocuente, la historia avanza de una forma increíblemente torpe, y la trama es absolutamente inverosímil, independientemente de que sea fantástica o no. Supuestamente el film gozaba de un buen presupuesto, pero está tan mal dirigida que hasta los efectos digitales más mínimos no lucen de ninguna forma. Las situaciones ridículas no pretendidas afloran por todas partes, los personajes supuestamente originales e interesantes no lo son en lo más mínimo y Amigo, ya sea con la máscara de mono o con el saco blanco en la cabeza, es un malo ridículo y que no inspira más que risa. Pese a todo, a ratos resulta entretenida pero, teniendo en cuenta que para enterarse de la historia entera hay que ver siete horas y media de metraje, yo recomendaría que se meditase profundamente antes de comenzar esta saga, porque los errores son incontables.