Nuestra intención era visitar el Cerro de los Álamos Blancos. Cuando nos enteramos de que este entorno del Valle de la Jarosa aún conserva numerosos recuerdos de la terrible guerra civil, pensamos que acaso nos diera tiempo a unir los dos recorridos.
Aparcamos el coche en el muro del Embalse de la Jarosa. El embalse se construyó en mil novecientos sesenta y ocho, después de más de veinte años de estudios, avances y abandonos, para abastecer al pueblo de Guadarrama. De Herrería del Berrueco, la pequeña aldea que ocupaba el fondo, guarda recuerdo un resto de la espadaña de la ermita de San Macario.
Iniciamos el camino con el cerro de la Viña a nuestra izquierda; vamos carretera adelante o también por entre el pinar, existe un sendero confortable y bien marcado. Enseguida llegaremos al cruce conocido con el nombre de Las Conejeras, antes de llegar nos habían saludado media docena de corzos que andaban tan felices por aquellos lugares…tan felices siguieron cuando les comentamos que nosotros no somos cazadores, pero que observen porque hemos visto dos coches con aviesas intenciones, además de tener escopetas.
Esta zona de la Jarosa es de repoblación de tres especies fundamentales de pinos: laricio, silvestre y resinero. Hace cincuenta años, esta zona estaba más despejada. Del cruce de Las Conejeras, arrancan dos opciones de sendero que indican “camino de las trincheras”, ambas con clarísimas señales verdes y amarillas acompañadas por un círculo rojo;nosotros seguimos por nuestra izquierda en el marcado camino de La Vereda del Agua por donde aún se conservan tuberías que llevaban el agua hasta Guadarrama, antes de construir el pantano. Es un recorrido de tal belleza que puede ser espacio donde viven duendes y hadas entre el arrullo del agua del profundo arroyo que sube hasta nosotros con iluminación de enebros, jaras y pequeña vegetación con baile de vida y entusiasmo.
Así llegamos a una pradera donde se mantienen ruinosas las viviendas de los antiguos trabajadores de la resina y aprovechamiento del monte de pinos. Continúa el sendero pocos metros hasta cruzar la asfaltada pista con la Pradera de Horcajo y una hermosa fuente; nosotros solamente la vemos y la saludamos pero continuamos pinar arriba por las muy visibles señales verdiblancas. Estamos en la zona de Las Encinillas, poco más arriba llegamos a contemplar unas fortificadas trincheras que recuerdan la terrible guerra; nos detenemos entre el silencio y el llanto…continuamos.
En esta cercana zona en torno al Puerto del León nos encontramos diversas trincheras más o menos conservadas pero muy reconocibles. Continuamos…muy pronto cruzamos una pista muy bien marcada por la que regresaremos después de acercarnos a un bunker y más fortificaciones de trincheras. Sentado en la hojarasca de estas viejas y recientes trincheras confieso que prefiero sentirme humano y mantener unido mi cordón umbilical a la tierra y sus criaturas, que mi espíritu vuela entre las gentes para alentar el camino de la igualdad, que llevaré la sonrisa de los que fueron llanto y tristeza sobre esta delgada corteza de paz. Buscaré jardines y café, seguiré las dulces notas de un piano al atardecer…
Javier Agra.