Tríptico funerario o la triste historia de cómo un Bambi ingenuo, de cejas circunflejas, se ha convertido en el mismísimo demonio.

Publicado el 02 enero 2011 por Romanas
Con objeto de intentar aclarar un poco lo que está ocurriendo en nuestro país nos hemos propuesto hacer una serie de reflexiones sobre la economía, la política y la prensa, a las que dedicaremos los correspondiente artículos por separado para que nuestros lectores no  se aburran demasiado.1)REFLEXIONES SOBRE LA ECONOMÍALos “pigs”, los cerdos. Los países díscolos, los países rebeldes, los  que no se someten íntegramente a las reglas del juego, los países que no actúan, o no actuaban, de acuerdo con las nuevas normas que rigen, que deben regir inexorablemente la economía, los países que no eran convencidos neocons, los países estúpidos que, al menos teóricamente, se resistían a bajar los brazos y a decir: “Vale, nos rendimos, el ultraliberalismo capitalista neocons es el nuevo credo que nos va a salvar a todos de la ruina que él mismo ha creado . Salve. Hosanna”. En algunos de estos “pigs” regía, pretérito imperfecto, pasado imperfecto, pasado siempre remediable,  un gobierno socialdemócrata, o sea, un gobierno que todavía no admitía el nuevo y esplendoroso dogma económico de que es la sacrosanta libertad de los mercados la que produce toda la riqueza de los países, o sea, que practicaban una pequeña herejía que propugna que, junto a los omnipotentes y omnipresentes mercados, la actividad estatal puede actuar como un elemento de vigilancia y control de los mismos, llegando incluso, si era absolutamente necesario, a intervenir para corregir sus desarreglos, si es que es realmente posible que los haya en algo tan perfecto como es el funcionamiento de una economía absolutamente liberal.¿Entonces? Desde la aristocracia de estos mercados, desde su oligarquía, se alzó la voz proclamando el peligro de que esta conducta de insignificante rebeldía se propagara y prosperara una tendencia contraria al dominio absoluto de los mercados sobre la economía, lo que, como es lógico, implicaba que los especuladores, los reyes de dichos mercados, vieran peligrar dicha hegemonía, su dominio total de los mismos, de modo que había que cortar de raíz una tendencia que podía ser, de prosperar, sumamente peligrosa para sus intereses.Había, pues, que hundir en la miseria a estos rebeldes países, para que, sumisos para siempre, volvieran al redil.La táctica a emplear es muy sencilla y casi todo el mundo la conoce.Los Estados, los países viven de los impuestos y de las emisiones de Deuda soberana, que emiten para hacer frente a sus gastos cotidianos, y obtienen la inmediata y necesaria liquidez mediante los préstamos que consiguen de los Bancos extranjeros y de los Bancos oficiales, entre ellos del Banco Central Europeo.De modo que su subsistencia es absolutamente dependiente de dichos préstamos exteriores. Es triste, lamentable, pero es así.Y la garantía, la única garantía que un país tiene de poder hacer frente a estos préstamos exteriores es lo que podríamos llamar el prestigio, la solvencia, el crédito que su Deuda soberana tiene internacionalmente.O sea que si, por alguna causa, algún procedimiento, el crédito internacional que la Deuda soberana de un país tiene se hunde, el país se hunde con él.Pues, bien, la libertad de los mercados, entre otras muchas cosas supone que los inversores pueden hacer con los valores públicos de los que son propietarios lo que les dé la gana. O sea, que si todos los poseedores de la Deuda pública española pusieran a la venta simultáneamente todos los títulos de sus carteras, por la inexorable ley de la oferta y la demanda, el valor de dichos títulos se hundiría estrepitosamente y el país se quedaría sin la posibilidad de sobrevivir puesto que no podría atender a sus gastos corrientes, cotidianos.Y ¿qué es lo que sucede en la realidad bursátil? Que la deuda soberana de los países se halla en manos de los otros Estados que compiten con ellos en los mercados y de los que hemos dado en llamar tiburones bursátiles, o sea, los especuladores, que, puestos previamente de acuerdo todos ellos, pueden provocar el hundimiento bursátil de la Deuda soberana de un determinado país, poniendo simultáneamente en venta todos los títulos que poseen.Y eso es lo que realmente hacen cuando un país se desmanda, es decir, cuando no obedece sus directrices, la más importante de las cuales es la obediencia ciega a sus órdenes, a sus dictados.O sea, que el enemigo natural de los especuladores son los países que no admiten sumisamente que el mercado, los mercados son los reyes indiscutibles de la economía, o sea, los puñeteros países socialdemócratas, a los que hay que hundir de una manera ejemplar para que todos los demás obedezcan, se sometan incondicionalmente.Fin de la reflexión económica.