Cuando una grave enfermedad en etapa terminal –cirrosis—lo tenía al borde de la tumba, don Marcelino Menéndez Pelayo, notable escritor, político y sabio español, recibió en la Biblioteca Nacional de Madrid, de la que era director, a su médico de cabecera, quien le aconsejó que se fuera inmediatamente a la cama.
En su afán de trabajar, el enfermo se resistía a seguir la orden del médico, y entonces éste tuvo que remarcar su indicación utilizando cuidadosas pero muy firmes palabras sobre la gravedad del mal que padecía.
Don Marcelino, resignado finalmente a obedecer el mandato del doctor, tras de echar una triste mirada a las estanterías repletas de libros, bajó la cabeza y sólo dijo:
–¡Qué lástima morirse cuando me queda tanto que leer!
Seis días después, el 2 de mayo de 1912, dejó de existir, a la edad de 56 años.
Este ilustre español, quien había dedicado su vida principalmente a la historia de las ideas, murió en su ciudad natal, Santander, a la que donó su rica biblioteca particular compuesta por 40,000 volúmenes.
Gran ejemplo dejó don Marcelino a las juventudes del mundo, por su total dedicación a los libros y al conocimiento, indispensables para mejorar la condición humana.
Su frase final, de que es triste morir habiendo tanto que leer, da cuenta cabal de la importancia que tiene la lectura.
Artículo publicado por la revista México Rural en su edición de mayo de 2015.