Tristeza de la tierra - Éric Vuillard

Publicado el 26 noviembre 2015 por Rusta @RustaDevoradora

Sí, había que estremecer; el espectáculo debe zarandear todo lo que conocemos, nos propulsa más allá de nosotros mismos, nos despoja de nuestras certezas y nos quema. Sí, el espectáculo quema, mal que les pese a sus detractores. El espectáculo nos desposee y nos miente y nos aturde y nos ofrece el mundo en todas sus formas. Y, a veces, el escenario parece existir más que el mundo, está más presente que nuestras vidas, es más conmovedor y verosímil que la realidad, más espeluznante que nuestras pesadillas. P. 18-19.

Edward Said, en su célebre obra Orientalismo (1978), puso de relieve que el discurso que Occidente ha construido sobre las culturas que le son ajenas se fundamenta en una serie de tópicos y prejuicios que ocultan importantes estrategias de control político y económico. Las representaciones que el hombre occidental ha hecho durante siglos de esas sociedades muestran, por lo tanto, una imagen equivocada de la realidad, proclive a recalcar las diferencias entre ambos e incitar la discriminación hacia el otro, un "otro" que para Said era un oriental, pero que también podría ser un indio americano del Wild West Show de Buffalo Bill (William Frederick Cody, 1846-1917). El escritor y cineasta francés Éric Vuillard (Lyon, 1968), que en toda su obra suele abordar los abusos de Occidente, se inspira en el creador del espectáculo itinerante del Lejano Oeste para dar forma a Tristeza de la tierra. La otra historia de Buffalo Bill (2014), con la que fue finalista del Premio Goncourt. Se trata de un libro singular que, sin ser una novela al uso ni un ensayo, desmitifica, con un lenguaje lírico esplendoroso, la leyenda de Buffalo Bill.

"El espectáculo es el origen del mundo" (p. 11). Con esta frase contundente arranca esta crónica. No es una afirmación baladí: las producciones culturales o de entretenimiento, a través de las ideas y emociones que expresan, condicionan nuestra forma de entender la realidad. Buffalo Bill, además de proporcionar un divertimento apasionante para el espectador, supo llevar su proyecto más allá, supo contar una historia, y no una historia cualquiera, sino el pretendido mito fundacional de la nación norteamericana, "la [historia] que millones de americanos primero y europeos después tenían ganas de oír, la única que querían oír" (p.19). En otras palabras: indios contra vaqueros, un relato que ensalzaba a los de siempre y convertía el Lejano Oeste en un show, el primer gran show de la civilización occidental; y a Buffalo Bill, en un pionero. Sentó las bases de la cultura del espectáculo, de la necesidad constante de reinventarse, de la carnaza.

Cody es un decorado. Cuenta la verdad mintiendo. De lejos parece inconsistente, vaporosa; un aura de angustia y de irrealidad la nimba. Porque la ciudad de Cody está muerta. [...] En Cody, durante casi ciento setenta días al año la temperatura no sube de cero. Por lo demás, en ella se encuentran todos los tópicos arquitectónicos del Oeste: las barandas de maderas rústicas, las fachadas feas de ladrillo, las máquinas tragaperras, las girls de rodeo. En Cody no hay nada. Nada aparte de una inmensa tristeza . P. 89.

Como es bien sabido, detrás de los focos se esconde una realidad menos atractiva, una realidad que duele mirar, aunque por eso mismo -por la turbación, la vergüenza, la impotencia y la rabia que suscita- resulta imprescindible conocer. El nombre del Wild West Show va unido al racismo, al exterminio de la población india, a la ridiculización, al abuso. Y a la invención, a la construcción de tópicos que calaron hondo en el imaginario colectivo. Vuillard habla, por ejemplo, de Toro Sentado: un hombre convertido en atracción, en producto, una caricatura de sí mismo por la pura necesidad de subsistir ("Toro Sentado está solo en el ruedo [...]. Y los que ocupan las gradas han acudido sólo para eso, todo el mundo ha acudido a ver eso, nada más que eso: la soledad", p. 30). El espectáculo convivió, además, con tragedias como la masacre de Wounded Knee, en la que fueron asesinados cientos de indios. El autor también recoge algunas historias particulares, acompañadas de fotografías, como la niña que fue comprada por el general Colby: desde pequeña estuvo expuesta a los medios de comunicación -la adopción de una india era algo insólito, que despertaba la curiosidad malsana de la gente- y, pasado el tiempo, terminó mal.

Pero no solo se habla del sufrimiento de los indios, ya que Vuillard retrata asimismo el auge y la caída de Buffalo Bill: "Él, que ha fabricado el mayor fraude de todos los tiempos, pertenece de pronto al mundo que se esfuma, y la gran nostalgia se apodera repentinamente de él", p.116. Buffalo Bill había aprendido que el espectáculo necesita retroalimentarse para mantenerse en órbita, y lo pudo comprobar en primera persona. Los pasajes de Tristeza de la tierra están llenos de desolación en todos los sentidos, un mundo venido abajo contado con la voz poética de Vuillard, una voz que no suaviza lo narrado, sino que potencia la indignación con sus palabras precisas e incisivas. Hace patente la necesidad de desplazar la mirada, de desconfiar de las apariencias, porque, aunque escriba sobre Buffalo Bill y el Wild West Show, sus observaciones sobre la naturaleza del espectáculo tienen mucho que ver con el presente, con la degradación que se esconde detrás de la imagen del triunfador. Todo esto, en poco más de cien páginas. Lo bueno, si breve, ya se sabe.

Fotografía: Toro Sentado y Buffalo Bill, 1885, por David F. Barry.