Nada más salir pensé y dije "Hoy ni Alonso ni Albelo...", un "domingo negro" pensando que pudo ser triunfal, pero nada hay previsible en la Fórmula Uno ni en la Lírica, sin buscar culpables aunque haya para llenar muchas páginas... Una tarde mala no echa abajo los muchos años de trabajo ni el apoyo incondicional de los aficionados, aunque acaben siendo como los "curristas", y el canario como el asturiano, despierten pasiones, aunque el de casa llenó más que el insular en la misma sala, pantalla gigante frente a escenario puro y duro.
El programa era de los auténticamente duros, "krausiano" a más no poder y referencia para quien suscribe, esfuerzo superior a tres óperas juntas y como encerrarse en Las Ventas con seis victorinos, pero cuando la climatología no ayuda la puerta grande o el campeonato se resiste. Hay que aplaudir el esfuerzo, las ganas, la buena temporada, el placer de agradar y no suspender la función (El Maestro nunca lo hizo), a costa de forzar sin pensar en consecuencias posteriores, pero este domingo lo quería triunfal, al menos la noche.
El remate de la primera parte dos joyas de la casa como las que Don Alfredo bordaba y Albelo solventó con más fuerza que precisión aunque el mismo buen gusto que su paisano: "Te quiero, morena" la jota de El trust de los tenorios (Serrano) con final innecesario en el agudo que le pasaría factura, y "Por el humo se sabe..." de Doña Francisquita (Vives), con un Parra capaz de hacer de las reducciones orquestales un placer de acompañamiento.
Las arias de ópera ocuparían la segunda parte salvo el Mompou de Canción y danza nº 6 que nos endulzó con esa melodía tan cantabile e íntima y despertarnos con la dificilísma danza posterior, pianismo puro para un intérprete como el canario capaz de elevar a coprotagonismo su papel.
El aria de Edgardo "Tombe degli avi miei..." cantada por Kraus me introdujo de niño en la ópera y más en la Lucia de Lammermoor (Donizetti) que Albelo "calca" en respiraciones, fraseo y cadencias con la orquesta pianística capaz de rememorar timbales entre cuerda. Salida de escena, supongo que a beber y tomar aire para afrontar Nadir en "Je crois entendre encore", recitativo previo incluido, de Los pescadores de perlas (Bizet) que comenzó a hacer peligrar un buen resultado final (mejor el pasado año), y pese a reconocer la dificultad en "no nasalizar" el canto francés, la afinación y cambio de color me dejó incómodo, siendo aún peor en "T'amo qual s'ama un angelo" de la Lucrezia Borgia, y la faena fue de aliño...
Y todavía se (es)forzó por regalarnos una propina tan dura como la segunda aria de "La figlia" no sin reconocer públicamente sus problemas vocales. Seguro que muchos lectores discreparán (sobre todo la señora que tarareaba a Verdi a la que fulminé con la mirada), me pondrán a parir y llamarán repugnante (especialmente el cámara al que tuve que mandar callarse en pleno pianissimo). Admiro y defiendo tanto a Fernando Alonso como a "ExCelso" Albelo, son luchadores, muy buenos, trabajadores, lo dan todo pero no siempre alcanzan la cima. La voz no es un fórmula uno pero requiere mimos, evitar excesos o roturas y estar siempre a punto, con todo lo que ello conlleva. Este domingo me quité el sombrero con Felipe Massa y de nuevo con Paco Parra, son la parte necesaria del espectáculo y demasiadas veces olvidados por la afición.