22 años después del triunfo del NO y el llamado retorno a la democracia en Chile, podemos decir que democratización no es lo mismo que democracia.
Si bien es claro que en Chile ya no existe una dictadura represivo-reactiva, y que ahora votamos sin temor, con niveles de libertad de expresión relativamente aceptables, no podemos decir que tenemos un sistema completamente democrático.
En este sentido, nuestra democracia más bien se asemeja a una oligarquía isonómica, donde existen derechos civiles iguales, pero no derechos políticos iguales.
Se democratizó la forma en que se transfiere el poder, no su ejercicio, estableciéndose entonces una especie de civitas sine sufragio, es decir, acceso a derechos civiles pero no a derechos políticos. La lógica es similar a la del voto censitario que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX.
La diferencia con los tiempos del voto censitario, radica en que hoy en día, la civitas sine sufragio no es impuesta por ley alguna, sino que es producto de la propia lógica de la estructura isonómica del sistema político chileno, que desincentiva a los ciudadanos “comunes” a querer participar de la política en cuanto ser gobernantes, reduciéndolos al mero rol de electores.
A 22 años del triunfo del NO y el llamado retorno a la democracia en Chile, podemos decir que democratización no es lo mismo que democracia.
¿Qué paso entonces?
Tanto en Chile como en el resto del continente, se ha producido un claro vacío entre la fase de democratización, es decir, de volver a la democracia desde dictaduras y la fase de desarrollo de la institucionalidad democrática en sí.
La percepción claramente más instrumental que normativa, incidió en que el proceso de democratización se centro en el traspaso del poder a los civiles, sin mayores miramientos a qué tipo de institucionalidad o régimen político era el más adecuado para establecer una democracia como tal.
De alguna forma, las sociedades latinoamericanas aún se encuentran en medio de ese vacío, sin definir o establecer una institucionalidad que permita un mayor desarrollo del ideal democrático de manera permanente y sin autoritarismo.
Esa ambigüedad en torno a la noción misma del régimen democrático, aún se ve reflejada en los distintos modos en que ven la democracia los diversos actores políticos a nivel continental, confundiéndola en ciertos casos con caudillismo, populismo o autoritarismo de mayorías, lo que termina por generar constantes rupturas institucionales y discontinuidad. Ecuador es el mejor ejemplo.
Si bien Chile presenta mayor estabilidad en cuanto al régimen político que otros países, y la Constitución establece que todos los ciudadanos tienen derecho a ser elegidos como gobernantes. Todos sabemos que no todos los chilenos pueden ejercer tal principio. No por falta de capacidad, sino esencialmente por carencia de recursos materiales, capital social e influencia.
Por lo mismo, parafraseando a Rawls, una cosa son las libertades políticas iguales y otra el valor equitativo de dichas libertades. Es decir, democratización no es lo mismo que democracia.