Gracias al amigo Alberto Quintanilla, autor del blog Tras las puertas, he podido conocer este interesante film de Marcel Carné que muy posiblemente, de no ser por él, no habría visto y que merece la pena hacerlo. Su nombre, "Tres habitaciones en Manhattan" (editada por el imprescindible sello Avalon).
De Marcel Carné, director fundamental del cine francés (reconocido y alabado hasta la llegada de la nouvelle vague, que le relegó a un oscuro segundo plano que le llevó, al poco tiempo, a dejar de dirigir), conocía, y he dusfrutado en más de una ocasión, de "Le Quai Des Brumes" o "Les enfants du paradis", pero no esta adaptación de la novela homónima de Georges Simenon (que no he leído pero que por lo visto difiere bastante del film).
François Combe es un (antes) célebre actor venido a menos, cincuentón, al que acaba de dejar su mujer. Sólo, abandonado por el mundo, viaja hasta Nueva York para trabajar en una cadena televisiva. Allí, una noche concerá a una atractiva mujer, Kay, a la que han echado del apartamento que comparte. Dos personas solitarias, tristes, sin ilusión por vivir, deshauciadas de su hogar, se conocen por antojo de un Destino siempre caprichoso. Aunque Kay, tal vez, esconda más de lo que aparenta.
Cierto es que, comparándola con otras obras de Carné, la película puede parecernos menor, pero si la extrapolamos del conjunto y la contemplamos por separado, como debería ser siempre, descubrimos que estamos ante una intensa, estimulante y más que recomendable película para disfrutar tranquílamente en casa uno de esos días grises y lluviosos que están por venir.
Carné desarrolla, a pesar de la aparente ligereza de la película, un interesante (y complejo emocionalmente) estudio sobre la soledad del hombre moderno en las grandes ciudades que, al igual que el film, abrazan modernidad y clasicismo por igual. Y es que no hemos de olvidar que vagamos solos por nuestro propio camino y aunque durante el camino vayamos formando partes de grupos o formemos una familia, al final de nuestros días, cuando demos nuestro último aliento, lo haremos solos en el fondo. Por eso es tan importante elegir bien de quién nos queremos rodear en nuestro día a día, para cuando llegue el día en que nos encontremos sin nadie alrededor, cuando nuestro cuerpo diga hasta aquí he llegado, que al menos el recuerdo de quienes una vez formaron parte de nuestras vidas, sean lo más grato posible.